El juez nos mira

Un día en el juicio ante el hombre a quien imito, con sorpresa incluida

Queco Novell
3 min
Manuel Marchena, president de la Sala Segona del Penal del Tribunal Suprem, en una imatge d’arxiu.

MadridCuando ejercía de periodista, -ya ha llovido y mucho-, las resacas electorales me duraban días, durante los cuales me era difícil entender la indiferencia que aquellos resultados generaban en algunos de mis conocidos. No sabía si era porque la cosa no les afectaba o era yo que llevaba una sobredosis de información política de muchas semanas hablando únicamente de lo mismo.

Este lunes de resaca electoral soy yo el que tengo un sentimiento parecido a aquella indiferencia, probablemente porque este último lunes de abril tengo una cita mucho más importante y trascendente que los quesitos televisivos del domingo por la noche: colarme, en el buen sentido, en el Tribunal Supremo, en el juicio del Procés, ver sin cristales a las dos mujeres y a los siete hombres sobre los cuales pesan peticiones de años de prisión, sentarme en los bancos aterciopelados destinados al público y que a través de la televisión se distinguen detrás de los banquillos de los acusados, ponerle cara a don Paco y, finalmente, ver desde una distancia más que prudencial al juez más importante, ahora mismo, del Estado. El hombre en quien me reencarno algunos jueves en el Polònia desde que empezó el juicio y que cuando suelta su ya famoso “Vamos a ver...” todo el mundo sabe que después vendrá un tirón de orejas. Ese “Vamos a ver...”, que contiene implícito un “Te conozco bacalao...” o un “Por aquí no me fastidiarás”.

Cuando entro en la sala ya están todos, acusados, defensas, acusación y magistrados, como cuando en algunos montajes teatrales los actores ya están en el escenario mientras el público busca su asiento. En un receso de media mañana se me acerca uno de los abogados de la defensa. Lo saludo como si viera a un personaje televisivo, probablemente por los ratos que lo he visto estos días desde casa. Y lo suelta: “¿Ya sabes que Marchena ha visto muchos de tus gags del Polonia y que se mea de la risa?” No me veo con ánimos de hacérselo repetir, aunque tengo la sensación de que lo que acabo de oír no puede ser real. Si lo he entendido bien, el hombre que preside el juicio y que tiene en las manos el futuro inmediato de nueve personas con las cuales empatizo se lo pasa bien viendo los gags en los que lo imito. Una contradicción tan grande no la había visto nunca. Pero el abogado todavía no había acabado, y añade que, además, le gusta mucho mi interpretación.

Intento hacer cara de normalidad sabiendo que, en aquel preciso instante, mi cara es de todo menos normal. Hago ver que todo esto no ha pasado pero es difícil, porque durante el receso me lo confirman un par de periodistas catalanes que cubren el juicio y también un grupo de abogados con quienes me encuentro.

La credencial que cuelga de mi jersey es de “familiar”. Eso quiere decir que tendré acceso a la sala donde los nueve presos ya han comido y esperan la reanudación del juicio. Y allí me los encuentro, a los nueve. Sin el puto cristal. Los puedo abrazar uno por uno, los estrujo con ganas y comentamos los resultados electorales. Todos me dicen que lo siguieron por televisión desde la celda, cada uno en la suya, porque a aquella hora ya vuelven a estar encerrados. “Nosotras estuvimos juntas hasta las ocho y cuarto y después ya nos separaron”, explica Dolors Bassa. “Respiré cuando vi que la extrema derecha no sumaba”, añade Carme Forcadell. “Yo estuve haciendo zapping entre La 1 y La Sexta. Y un poco de la SER”, dice Oriol Junqueras. Le pregunto si está contento por el resultado: “¡Cojones, chico, tú dirás! ¡Ya era hora, cagonlaputa!”

Con Bárcenas y Rato

Me acerco a Jordi Cuixart, a quien felicito por la buena noticia, y lo que me explica de su jornada electoral no tiene precio. “¡Pasé la tarde recibiendo clases de piano que imparte un recluso y, no te lo pierdas, detrás mío tenía a Bárcenas y Rato!” Jordi Turull se suma a la conversación: “Estuve mirando La 1 hasta que se llegó al 45% escrutado. Cuando vi que la derecha no sumaba me permití el gusto de acabar la noche viendo 13 TV”. El perico de Turull haciendo como el culé que cuando eliminan al Real Madrid pone El Chiringuito de Pedrerol. Encuentro a Raül Romeva más fuerte que nunca y a Jordi Sànchez que reparte ánimos como si los papeles estuvieran cambiados.

Media hora más tarde, cuando vuelvo a entrar en la sala, ya están todos sentados en sus lugares, pero ahora las miradas que nos cruzamos no son las mismas. Todavía no sé si esta semana tendré Marchena en el Polonia, pero en cualquier caso intento no perderme ninguno de los detalles que puedo percibir en la distancia. También me han dicho que me quiere conocer, pero considero que no es el momento. Se acaba la jornada y oigo su característico “Desalojen la sala”. Me he quedado sin ponerle cara a Paco.

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