Ernesto Ekaizer

Una rebelión-insurrección imaginaria

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ANC i Òmnium criden els ciutadans a concentrar-se a la Gran Via amb Rambla Catalunya un any després del 20-S

MadridLa cuarta sesión del juicio oral termina con una escena para un film político. Ayer, sobre las seis de la tarde, Raül Romeva explica a preguntas de su letrado Andreu Van den Eynde por qué “no se marchó”: todo lo que cree haber hecho ha sido “lícito y legítimo y legal”, dice, y se queda para defenderse. Y añade que los políticos “les pasan a ustedes -dirigiéndose al tribunal- la responsabilidad que les atañe a ellos” Y urge a los jueces: “devuelvan esta carpeta a la política”. Silencio. Y se oye a Manuel Marchena con voz pletórica: “Muchas gracias señor Romeva”. El presidente del tribunal se gira hacia su derecha, consulta y a las 18:05 dice: “Hasta mañana, pueden salir”.

Si el fotógrafo coge esta imagen que acaba de revelar, digamos estilo Blow up, la película de Antonioni, parecería que Marchena acoge con alborozo la propuesta de Romeva de devolver la causa a los políticos por la manera en que le agradece el final de su intervención. ¿Y quién sabe?

El fiscal Jaime Moreno se mueve con seguridad en aquello que es evidente: la desobediencia. Y la estrategia de Jordi Turull, por ejemplo, que ha contestado al fiscal y a la persona que más saca de quicio a Marchena en todo el plenario -la abogada del Estado Rosa María Seoane- empieza sin apenas resistirse ante el delito de desobediencia -están las resoluciones impugnadas y los requerimientos del Tribunal Constitucional -, pero es beligerante ante la malversación y se hace más fuerte ante la violencia.

El fiscal ha exprimido como un limón la libreta Moleskine de Josep Maria Jové -cuya ausencia en la sala, por tanto, se hace más notable- y el célebre informe Enfocats.

Y ahora, muy tranquilo, pasa a su tabla de salvación: la manifestación del 20 de septiembre en la Rambla de Cataluña, 19-21, frente a la consejería de Economía.

Habla de los siete coches de la Guardia Civil -solo dos de ellos destrozados- pero el fiscal parece querer solidarizarse con su colega Fidel Cadena, quien habló de los “siete coches devastados” el jueves 14, cosechando muchos comentarios adversos-, vuelve a la letrada de la Administración de Justicia que ha “salido por los tejados” y los tuits de Turull, quien durante estos hechos se encontraba en el Palau de la Generalitat. En su mensaje agradecía lo que llamaba una protesta cívica y pacífica.

Y entonces el fiscal habla de actos ante la consejería de Economía y el domicilio de Jové, que se estaba sometiendo a un registro policial, y las amenazas de los días siguientes, y pregunta al acusado:

-¿A partir del día 20 de septiembre no se generaliza una situación de creciente violencia?

Esta pregunta es interesante. Pero ya está respondida por los acontecimientos. El fiscal ¿no sabe si se generaliza o no una creciente violencia?

Si como sostienen el instructor Pablo Llarena y los fiscales, los jefes de la rebelión-insurrección imaginaria tenían 17.000 hombres armados -con armas largas modernas recién adquiridas con autorización del Ministerio de Interior- ¿por qué no meter la directa y convertir la presunta asonada del 20-S en rebelión? (también aquí es notable la ausencia del mayor Trapero en el banquillo)

¿Pero en qué se convierte la manifestación del 20-S con posterioridad? Pues se agota en sí misma. De lo contrario, se supone que el gobierno de Rajoy podía haber propuesto la aplicación del estado de sitio y el Consejo Nacional de Seguridad evaluar si era necesario aplicar la ley de Seguridad Nacional. Y no lo hacen.

Esa “violencia creciente” de la que ha hablado el fiscal ni estaba ni se la esperaba.

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