ANÁLISIS

El sacrificio de la dama

La 'ejecución' de Cayetana consagra el poder de Feijoo y los barones del PP sobre Casado

Ernesto Ekaizer
3 min
La portaveu del PP al Congrés, Cayetana Álvarez de Toledo, dimarts en roda de premsa a la cambra baixa després de la junta de portaveus.

MadridVíctima propiciatoria: aquel/aquella que es sacrificado/a para obtener el beneficio/protección de los dioses; sacrificar a alguien para conseguir el apoyo de otros que revisten mayor interés.

Aunque Pablo Casado, según la amplia versión ofrecida por su víctima propiciatoria, quiso presentar la ejecución de Cayetana Álvarez de Toledo como un acto de autoridad, es más cierto que el presidente del Partido Popular ejercitó los poderes delegados de hombres del aparato del Partido Popular como Teodoro García Egea y barones como Alberto Nuñez Feijóo, entre otros, para acometer la tarea.

La citada ejecución expresa, paradójicamente, la debilidad de Casado y su dependencia respecto a la cúpula del partido más que su fortaleza relativa.

Porque ha tenido que sacrificar en el tablero de ajedrez del poder interno a lo que podríamos definir como la dama. Esa pieza que él mismo movió al puesto de portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados en 2019, para marcar territorio.

Ese fue el mensaje que Cayetana creyó captar. Porque venía de ser rescatada por Casado después de abandonar las listas del PP en proceso de conformación para las elecciones generales de 2015, en desacuerdo público con los aspectos esenciales de la política de Mariano Rajoy.

Su seguridad era tal que tras ser nombrada portavoz en julio de 2019, afirmó haber votado a Ciudadanos porque la cercanía entre PP y el entonces partido de Albert Rivera “es evidente y se irá acentuando”. Dijo también: “Yo me fui del PP de Rajoy y he vuelto al PP de Pablo Casado”.

Creyó, pues, que Casado quería refundar un PP activista, un PP que el inmovilismo de Rajoy había traicionado. Se trataba de resucitar al aznarismo militante frente al pragmatismo rajoyano.

Ya desde la fundación FAES, Cayetana concebía una misión: las guerras culturales.

Este concepto que muy pocos, y quizá menos aún dentro del PP entendieron, en aquellos días de 2019, lo importó la nueva portavoz desde Estados Unidos de los primeros años setenta cuando el republicano Richard Nixon hizo uso de ellas para su reelección en plena crisis del Watergate.

Ahora en 2020 quizá algunos puedan saber de qué esa cruzada a través de la serie de HBO Miss América en la que la actriz Cate Blanchett interpreta a la política conservadora Phyllis Schlafly (1924-2016), cuya iniciativa en las guerras culturales por arrebatar el discurso a los liberales (progresistas e izquierdistas en la política norteamericana) en materia moral y en otros campos resultó crucial.

Esa cruzada ideológica es la que se había reservado Cayetana. Pero parafraseando a la historiadora norteamericana Barbara W. Tuchman la política sigue siendo el campo más importante de la locura porque es allí donde los hombres y las mujeres buscan el poder sobre los demás solo para perderlos sobre ellos mismos.

Cayetana perdió la noción de que la portavocía del grupo parlamentario le ofrecía un perímetro relevante pero limitado de actuación. Y así, invadió, al pelearse con algunos barones del PP, el terreno del secretario general, García Egea, quien, además de hacerle la vida difícil desde el comienzo, contraatacó sin piedad. El protagonismo mediático de la portavoz parlamentaria se iba haciendo cada vez más insoportable.

En el curso de un año, Cayetana se convirtió en un virus extraño al PP cuya propagación se veía como un peligro. Los anticuerpos fueron creciendo y llegó, ante el nuevo curso político, la hora señalada. Casado ya no estaba interesado por el tarro de las esencias o las guerras culturales de Cayetana.

La apuesta del PP por la caída del gobierno a horcajadas del coronavirus ha fracasado. En todo caso, el PP fía esa tarea a los jueces “activistas” a cargo de causas contra Pablo Iglesias y Unidas Podemos.

En este contexto se ha negociado en el mes de julio un acuerdo entre el PSOE y el PP, ya bastante avanzado, para anunciar el nuevo Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) caducado desde el 4 de diciembre de 2018, la cobertura de 4 plazas vencidas en el Tribunal Constitucional, el nuevo Defensor del Pueblo y algunas vacantes en el Tribunal de Cuentas antes del próximo 7 de septiembre, fecha fijada para la celebración del acto de apertura del año judicial que preside Felipe VI.

Según explicó Cayetana, Casado le mencionó ese pacto entre las razones para destituirla, habida cuenta de la previsible oposición al mismo, cosa que la ya exportavoz, en efecto, ratificó ante los medios de comunicación.

La dependencia de Casado respecto a los medios de comunicación se pudo comprobar el mismo lunes 17 tras conocerse la versión de Cayetana sobre el “pacto por la justicia” apuntado. Inmediatamente, al ver la reacción adversa de algunos de sus soportes, el presidente del PP filtró que la versión de su exportavoz parlamentaria no era cierta y que no habrá “pacto por la justicia”.

Ya se verá.

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