Música

Andrés Calamaro reprocha a Viggo Mortensen que pronunciara un discurso "demagogo antifascista” contra Vox

El cantante dedica parte de su concierto en el Liceu a criticar "la superioridad moral" del actor

Xavier Cervantes
4 min
Andrés Calamaro durant el concert al Liceu.

Barcelona“No tengo nada contra Viggo Mortensen. Me gustan todos los actores de Hollywood”, dijo Andrés Calamaro hacia la mitad del concierto que ofreció este miércoles en el Liceu con las entradas agotadas. Y aquí quedó la cosa hasta que al cabo de un rato, concretamente después de interpretar una decena de canciones, recuperó el hilo para criticar a Mortensen. Primero le reprochó que pronunciara “un discurso demagogo antifascista para meterse a Internet en el bolsillo”. Sin embargo, Calamaro en ningún momento citó el contexto del discurso del actor: una carta a la directora publicada en El País en la que Mortensen denunciaba “la ineptitud política y mediática de Vox” por utilizar el personaje de Aragorn de la trilogía cinematográfica El señor de los anillos para “legitimar a un grupo político antiinmigrantes, antifeminista e islamófobo” en la campaña electoral.

Calamaro no hizo explícito cuál era “el discurso” de Mortensen. También obvió todos los insultos que recibió el actor en el mismo Internet que, según el músico argentino, quería meterse en el bolsillo. Pero cuando más virulento parecía el ataque verbal, Calamaro trató de rebajar el discurso con ambigüedad. “En Argentina nunca se entiende si estamos hablando seriamente o bromeando. Nadie, ni mi madre lo entiende. Así es nuestro humor”, dijo.

Hacia el final del concierto, después de tocar Estadio Azteca, Calamaro volvió al ataque. “Viggo le robó la mujer a un amigo”, dijo sin citar ningún otro nombre. La mujer, según Calamaro, no tenía opción de decir nada al respecto. Y añadió: “Cuando estás solo con la mujer de un amigo, no la miras. ¡No la miras! Yo tengo una lealtad mafiosa que tiene muchas ventajas si somos amigos, lo que parece que el correctísimo políticamente hablando Viggo desconoce”. Y todavía hay más: “Presumir de biempensante es tan barato... Es más barato que ir a comprar al Primark y al H&M”.

Entonces, cambiando con acritud el discurso, sugirió que al fin y al cabo era un gag que tenía pactado con Mortensen y que después del concierto los dos irían a hacer unos güisquis y a abusar de menores. Pero volvió al tema. Antes de los bises, y sin ninguna muestra de ironía, aseguró que seguirá “ofendiendo”, porque “el mandato del rock es gustar y ofender”, y criticó nuevamente a Mortensen por haber escrito “cosas bonitas con la pedantería de quién se siente moralmente superior”, dando a entender, pues, que criticar a un grupo político antiinmigrantes, antifeministas e islamófobos es una señal de superioridad moral. “¡Pero si lo que estábamos buscando era todo lo contrario de presumir de principios morales! Seguiré ofendiendo, Barcelona”, añadió antes de despedir el concierto interpretando Flaca y Me estás atrapando otra vez, de Los Rodríguez, y con buena parte del público en pie. La reacción del público durante los parlamentos de Calamaro fue diversa: hubo aplausos, pero también silencio y gritos que le pedían que se dedicara a tocar.

Durante el concierto, que duró más dos horas y media, Calamaro, acompañado de un cuarteto de vocación claramente rock, ligó un repertorio con algunas canciones del disco Cargar la suerte (2018) y una selección de grandes éxitos con una buena representación del disco Honestidad brutal. Entre canción y canción, cuando no estaba metiéndose con Mortensen, también hizo una enmienda al movimiento #MeToo, recordando los casos de Louis C. K. y Kevin Spacey. “Además de decir las cosas, hay que demostrarlas”, dijo Calamaro.

La noche había empezado con una gran ovación de bienvenida, a la cual Calamaro contestó agradeciendo que el público llenara el Liceu. Sentado en los teclados, el músico argentino enseguida marcó el tono rock, más stoniano que dylaniano, con Alta suciedad, culminado con el riff del guitarrista Julián Kanevsky. En el primer tramo de la actuación, la voz de Calamaro tardó en encontrar su lugar, y tampoco lo ayudó el teclista Germán Wiedemer, responsable de la segunda voz, que estuvo a punto de arruinar Clonazepán y circo. Poco a poco, y a golpe de carisma y un repertorio antológico, Calamaro consiguió el clima de gran noche musical, interpretando con intención y emoción tanto canciones nuevas, como Cuarteles de invierno, como clásicos, como La parte de adelante.

Antes de tocar Tuyo siempre hizo una divertida conexión entre las luces de las lonjas del Liceu y el emoticono de la sonrisa más lúdica, a la vez que recomendaba que los hombres no utilicen emoticonos en los mensajes porque, según él, está “mal visto por el sector femenino”. También pidió un aplauso para una de las luces, a la cual le faltaba una bombilla. “Le falta un ojo. ¡Es el pirata Padilla!”, exclamó comparándola con el torero Juan José Padilla. Este es el marco referencial de Calamaro, un artista que recordó que “en los años 80 no se discutían las banderas” porque “la única bandera era el cuero negro”.

Loco, Los aviones, Rehenes y Crímenes perfectos siguieron subiendo la temperatura del concierto hasta una pletórica Mi enfermedad, interpretada con el público en pie. Los largos parlamentos sobre Viggo Mortensen rompieron el ritmo de una actuación que recuperó el tono con Milonga del marinero y el capitán y Paloma, y acabó con un bis con La flaca y Me estás atrapando otra vez.

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