ENTREVISTA

Ángel Hernández: “La anomalía no es grabar un suicidio asistido, la anomalía es el Código Penal”

María José Carrasco y Ángel Hernández hicieron detonar el debate en torno a la eutanasia

Gemma Garrido Granger
5 min
Ángel Hernández: “L’anomalia no és gravar un suïcidi assistit, l’anomalia és el Codi Penal”

BarcelonaElla quería suicidarse y él la ayudó a conseguirlo, aunque a ojos del legislador su acto de amor fue un crimen. María José Carrasco y Ángel Hernández hicieron detonar el debate en torno a la eutanasia y el suicidio asistido en plena carrera electoral en el mes de abril. Hernández le administró un fármaco que hacía años ella había adquirido en internet. Libremente, pero utilizando las manos de su marido, María José acabó con su padecimiento después de pasar tres décadas luchando contra la esclerosis múltiple. Tal como ella deseaba: rápido, en casa y sin dolor. Ahora, sin embargo, Hernández está siendo investigado por la justicia.

La Audiencia de Madrid se inhibió y su caso ahora lo investiga un juzgado de violencia de género como si se tratara de un crimen machista.

Esta decisión no tiene ningún sentido. He puesto sobre la mesa una infinidad de pruebas que demuestran que no es violencia de género. Claro que me enfada, pero no me preocupan las acusaciones: cuando asumí este papel, tanto María José como yo sabíamos los riesgos que comportaba. Ella había sido secretaria judicial y era plenamente consciente de lo que podía pasar conmigo cuando ella muriera. El tribunal ha hecho una interpretación ideológica de los hechos y ha creado una aberración legal aprovechando sus conocimientos jurídicos.

¿Están en juego intereses políticos?

Sí, debemos ir con cuidado. Sobre todo porque no quiero que me utilicen para desprestigiar a los juzgados de violencia de género o que algunos políticos tergiversen el relato y digan: “Veis, este hombre no había cometido ningún crimen machista y aun así lo han juzgado”. No se puede banalizar la violencia machista así. Hagan lo que hagan, me condenen o no, la violencia no la encontrarán en ningún sitio: cumplí la voluntad de María José. Me pregunto qué habría pasado conmigo si no hubiera grabado las pruebas que entregué al juez.

Pero, a ojos del legislador, lo que hizo con su mujer es un crimen.

Decidir libremente si se quiere seguir viviendo es un derecho. Y con él no se obliga a nadie a practicar la eutanasia ni a cambiar de opinión. María José y yo consensuamos y nos coordinamos para cumplir su voluntad. No hicimos daño a nadie. La anomalía no es grabar en vídeo un suicidio asistido, la anomalía es el Código Penal. Si existiera la ley de la eutanasia, a mi mujer se le habría aplicado por la situación en la que estaba y yo no debería pasar por este calvario. Pero hay una minoría que quiere evitar, cueste lo que cueste, que se garantice el derecho a morir dignamente e imponer su concepto de moralidad.

¿Cómo nació la idea de grabar el suicidio y hacerlo público?

Fue bastante improvisado. Al principio pensamos que ella hiciera una declaración en la que admitiera que deseaba morir. Después nos dimos cuenta de que hacía falta más información, que había que enseñar su dolor. Teníamos que grabar cuando sufría un brote, porque desmontábamos lo que decía la derecha política y los negacionistas de este problema: sí que existe y causa mucho padecimiento. Falta una ley de la eutanasia.

¿Cómo recuerda aquel día?

Me despedí de ella un mes antes de que muriera. Ella quería morir rápido, pero no podía hacerlo sola y sabía que yo estaba comprometido a ayudarla. Lo único que la preocupaba era que yo diera la cara, hasta el punto de que el día que grabamos el vídeo a las 9:30 horas de la mañana hacían obras en la calle. Yo ya tenía preparada la cámara y ella, tranquila, me dijo que me esperara porque a las 10:05 horas los obreros descansaban para desayunar. María José quería que el sonido del vídeo fuera lo más nítido posible, sin interferencias que me pudieran perjudicar legalmente. Era terrible ver cómo la enfermedad la había afectado. ¿Qué tenía que hacer? ¿Dejarla malvivir por miedo a lo que me pudiera pasar a mí? De ninguna manera.

¿Quién era María José Carrasco?

Una mujer valiente que luchó toda su vida, sobre todo los últimos 30 años. Tenía muchos amigos que se dedicaban al mundo del cine y el teatro. Era muy buena artista, muy interesante y guapa. Ella me llamaba “el rebelde”, porque era mucho más equilibrada que yo, tenía una resistencia y una fuerza increíble y era muy inteligente. Aprendí mucho de ella.

Estuvisteis cerca de 40 años juntos.

Nos conocimos en 1982. No fue un enamoramiento repentino. Yo era mayor, ella tenía 24 años y yo 32, pero en un encuentro de amigos en común nos presentaron. Y estuvimos juntos toda la vida. A los 30 años le diagnosticaron esclerosis múltiple. Era muy joven. En 1996 la incapacitaron laboralmente e intentó suicidarse. Al día siguiente le dije que tenía todo el derecho a decidir morir y que no debía pedir permiso a nadie, pero que todavía tenía calidad de vida. Que era muy temprano. Pero le prometí que, cuando no pudiera más, tanto si había ley de la eutanasia como si no, yo cumpliría su voluntad. Me prejubilé para cuidar de ella y siguió adelante 20 años más. Hace cuatro años, cuando todavía tenía movilidad, ella misma pidió el pentobarbital sódico en el mercado negro. El fármaco ha estado en el armario todos estos años.

Dice que ahora es el momento idóneo para la despenalización de la eutanasia.

Creo que sí, porque hay un gran consenso social. Eso no quiere decir que sea necesario grabarse y hacer público el suicidio como hicimos María José y yo. Sería contraproducente. Con la repercusión que ha habido con nuestro caso ya está, ya es suficiente. Queríamos ser el ejemplo del porqué es tan necesario aprobar esta ley: para acabar ya con la criminalización mostrando el padecimiento innecesario de muchos enfermos. Ahora toca seguir trabajando para despenalizar la práctica y la pedagogía es esencial: no sabemos si alguna vez necesitaremos una mano que nos ayude a acabar con un dolor así de insoportable. María José tuvo la mía, pero quizás hay gente que no tiene ninguna.

Una amplia mayoría da apoyo a la muerte digna, más del 80% de la sociedad española. Pero en las últimas décadas no ha cambiado nada.

Ramona Maneiro me dice que si volviera al pasado ayudaría a su compañero Ramón Sampedro a suicidarse, pero que ahora lo haría públicamente. Yo creo que lo hizo muy bien hace 20 años, de forma discreta. Antes no se daban las circunstancias para avanzar en la despenalización, ahora creo que con una buena estrategia política puede conseguirse. María José y yo teníamos dos caminos: hacer como Sampedro o hacerlo públicamente. ¿Qué frustró la primera opción? Que no se tramitara la ley en el Congreso porque el PP y Cs la bloqueaban. Cuando se disolvieron anticipadamente las cámaras para las elecciones del 28 de abril vimos que no había ninguna posibilidad de aprobar la ley y decidimos que lo grabaríamos y que yo daría la cara.

Sin embargo, hasta el momento, se ha intentado regular la ley decenas de veces y todas han fracasado...

La derecha contraria a la eutanasia sabe perfectamente que esta práctica se seguirá llevando a cabo, aunque esté en la pura clandestinidad. Los negacionistas son menos del 20% de la población, pero están en los estamentos más importantes y hacen hasta lo imposible para bloquear la tramitación de la ley. Tienen más fuerza que el 80% de la sociedad. El Parlament ha remitido al Congreso una iniciativa legislativa para despenalizar la eutanasia: Cataluña lidera siempre la lucha por los derechos civiles y admiro mucho esa perseverancia.

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