VANDALISMO

Grafiteros en los trenes: una pesadilla de seguridad y limpieza

Renfe es incapaz de borrar todas las pintadas de los vagones, un 70% del total

Germán Aranda
4 min
Un operari traient un grafiti d’un vagó a l’estació de Rodalies de Montcada i Reixac - Bifurcació.

BarcelonaHace unas semanas, en Granollers, dos parejas de Mossos, una de paisano y una uniformada, vigilaban de manera preventiva un tren de Cercanías desde el interior para evitar la acción de los grafiteros. Cuando llegaron los jóvenes e intentaron intervenir, los agentes recibieron pedradas. Al final lograron que los vándalos se fueran, pero al volver se vengaron pintando los cristales de la cabina del maquinista. Lo explica una fuente de Renfe, técnico en la limpieza de grafitis. "Antes había un cierto respeto de los grafiteros hacia los cristales de los maquinistas, pero se está perdiendo, mientras que la agresividad va en aumento. Cuando veían el personal, se iban corriendo. Ahora se encaran", explica mientras recuerda un caso reciente en el que se vio implicado.

En el metro, hace dos semanas, tuvo lugar un asalto que hizo saltar las alarmas: unos 34 jóvenes detuvieron con la palanca un metro en la estación de Maragall, en la línea 4, para pintarlo, y algunos de ellos reaccionaron a los reproches agrediendo a tres pasajeros. TMB presentó denuncia. A raíz de aquel episodio, la oposición casi en bloque (excepto la CUP) pidió al Ayuntamiento aumentar las patrullas de Urbana y Mossos en los suburbanos. Los ferroviarios piden penas más duras para los grafiteros, generalmente liberados con multas por faltas contra el patrimonio. Hace dos semanas, sin embargo, una sentencia pionera dictaminó delito en un caso concreto.

La sensación de claustrofobia en el caso de la Renfe cuando los cristales están pintados y no dejan pasar la luz, las afectaciones al servicio cuando se deben retirar vagones en circulación y se provocan retrasos, o el peligro en que se puede poner el pasajero con las frenadas que fuerzan con las palancas son algunos de los problemas que, más allá de las agresiones puntuales, pueden generar los grafiteros, que también ponen su vida en peligro. "No es propiamente un problema de falta de seguridad, porque no podemos tener vigilancia las 24 horas a los cientos de kilómetros que hay entre Portbou y Ulldecona", añade el técnico de Renfe.

Desbordado, el personal de limpieza es incapaz de eliminar todos los grafitis, que cubren alrededor del 70% de sus trenes. Por eso cada vez es más habitual viajar en vagones multicolores, llenos de letras y dibujos por fuera. Renfe ha gastado 7,6 millones de euros en limpieza de grafitis en Cercanías en los primeros diez meses del año, más que los 6,7 que se gastaron en todo el 2017, cuando se limpiaron 90.000 metros cuadrados de grafitis. En TMB se estima que la cifra del año pasado fue de 1,210 millones de euros para limpiar 1.318 coches con grafitis, un total de 34.378 metros cuadrados que supusieron 8.594 horas de trabajo. Hay que sumar, advierten, los costes de seguridad adicional y la reparación de daños en instalaciones y equipamiento debidos a los destrozos que generan los grafiteros.

En Cercanías, el colapso por el boom de los grafiteros hace que se priorice, por motivos de seguridad, sacar de circulación y limpiar los vagones con cristales pintados, especialmente cuando se trata de la cabina del maquinista, y botoneras pintadas. Los ferroviarios tienen siete puntos en Cercanías donde limpiar los vagones. Para hacerlo, Pascual, en Moncada, se enfunda un uniforme de papel y plástico de un solo uso (reciclable, dicen desde Renfe) y se coloca una máscara de plástico ABS, con dos cartuchos de carbón, para evitar el contacto de elementos tóxicos con los ojos y la boca.

Residuos tóxicos

Primero pasa un cepillo con fuerza con el producto Decapint Gel, que sustituye el líquido que se utilizaba hace unos años porque es menos tóxico y porque "se adhiere bien y es más fácil de recoger" los muros. En verano, con el producto líquido (también con el hielo, pero menos), a veces el grafiti se evapora cuando la están limpiando y se vuelve a pegar a la chapa, lo que dificulta su limpieza. La lluvia también pone trabas a la intervención.

El acrílico que a veces usan los grafiteros como base sobre la que pintar, o el ácido que quema la chapa y el vidrio, son dos obstáculos más que afrontan los operarios. Un grafiti que los jóvenes pintan en unos minutos puede requerir entre veinte minutos y una mañana entera para ser limpiado. Después de una primera mano de producto de limpieza que deja el muro embadurnado, en la segunda o tercera se empieza a aclarar, con la ayuda de una regleta. Y todavía hay que añadir un aerosol líquido para deshacerse del decapante.

Finalmente, una manta por debajo del vagón, en el suelo y dentro de una caja de plástico, chupa la pintura y el producto cuando van cayendo. Después se envuelve, y los miles de litros de pintura y producto van a parar a plantas de tratamiento de residuos dentro de bidones de plástico.

"Si nos persiguen, huimos"

Dos grafiteros que prefieren el anonimato miran em el móvil el vídeo del Pascual limpiando el tren. Ríen. "Es un grafiti del Jose". En este mundo, nos conocemos todos. Uno de ellos, de 23 años y en paro hace meses, estaba durante la agresión del metro de hace dos semanas, que él niega que existiera después de hablar con otros presentes. Muestra una foto en Instagram en la que una mujer tiene un espray en la mano en una estación de metro. "Esta es a quien supuestamente rociaron espray en la cara. No debía ser al revés? ", se pregunta cuestionando la versión oficial. "A mí si me insulta un vigilante, que cada vez son más violentos por lo que ven en las noticias, no lo agrediré. Intento que no aumente la tensión, y si nos persiguen, huimos", explica, en la misma línea de evitar enfrentamientos con los que TMB y Renfe justifican no intervenir más.

Lejos de querer justificarse, el joven dice que pinta porque es su "misión" y que no piensa mucho en el daño, sino en "cómo debe quedar el mural". "A veces, cuando hace meses que no pinto un tren, el cuerpo me lo pide". Su compañero de piso, sentado en el sofá de su casa ante un cartel rojo robado de una estación de Cercanías y una bandera de Bob Marley mientras por la tele aparecen vídeos de rap de YouTube, se plantea: "Se escandalizan por los grafitis, pero después la Renfe llega tarde sin explicaciones o un político les roba y nadie reacciona". Él, paleta, ha pagado miles de euros en multas, la mayoría de 300 en 300, y pasó unas horas en el calabozo. Pero no se plantea dejarlo. "Como nos quieren criminalizar, me planteo dejar un mensaje que haga pensar, y no sólo la firma", concluye.

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