Lo que no te han contado sobre la maternidad

"Cosas que me hubiera gustado que me hubieran dicho antes de ser madre: que el parto no es el final del camino, sino el inicio; que no siempre hay un flechazo, que tener tu bebé todo el día en brazos puede ser asfixiante; que me sentiría muy sola a pesar de estar acompañada, pero, sobre todo, que ser madre engancha". Esta entrada -resumida- en la cuenta de Instagram de la fotógrafa y madre de cinco hijos Victoria Peñafiel ha generado una avalancha de mensajes agradeciendo que expresara las verdades de la maternidad. Ni quedarse embarazada es siempre rápido y fácil ni estarás estupenda después de parir. Hay partos respetados y otros que no. La lactancia puede ser un camino lleno de escollos. Agotada, no sabrás de donde vendrán tantas lágrimas y te preguntarás cuando empezarás a sentir que ser madre es lo más bonito que te ha pasado. La maternidad es un compendio de contradicciones que pone patas arriba la vida cotidiana, la relación de pareja y la relación con el mercado laboral.

Pero, ¿como puede ser que la maternidad que nos ha llegado sea la versión romántica de la publicidad que cualquier madre sabe que no es cierta? La respuesta la da la escritora estadounidense Jane Lazarre en 'El nudo materno', un ensayo escrito en los años 70 y aún vigente: hay muy poca literatura sobre maternidades escrita por las mismas madres; la mayoría está escrita desde la perspectiva de los hijos, y las que hay omiten media parte de la historia, obviando que despierta sentimientos ambivalentes. Entre el mito de la "madre abnegada y sacrificada" y el de la "superwoman" hay un abanico de experiencias que han sido invisibilizadas y que emergen de la mano de mujeres que lo explican en primera persona. Es el caso de la periodista Esther Vivas, que acaba de publicar 'Mamá desobediente'. "Una vez tengo a mi criatura me doy cuenta de que hay temas como gestar, parir o amamantar que están silenciados a pesar de ser prácticas esenciales para la reproducción humana y hay que reivindicarlo desde una perspectiva política". También le sorprendió que la maternidad fuera tan poco valorada por "aquellos movimientos sociales que aspiran a cambiar las cosas". La relación del feminismo con la maternidad ha sido compleja y Vivas propone una nueva mirada "emancipadora".

La crianza en el siglo XXI es mayoritariamente solitaria. "¿Dónde está mi tribu?", se preguntaba ya en 2003 Carolina del Olmo en un ensayo que se ha convertido en referente. Desde que las casas en que habitaban familias extensas han dejado paso a la familia estrictamente nuclear, la crianza ha dejado de ser compartida. Los grupos de lactancia o de posparto son la nueva tribu junto a la tribu 2.0 de las redes sociales. La cooperativa de salud CUERPO creó en 2007 en el barrio de Gràcia, en Barcelona, el espacio de encuentro de madres con bebés Pell amb Pell -'piel con piel' en catalán- tras darse cuenta de que las mujeres terminaban el curso preparto y se quedaban solas, con una criatura en brazos y sin mucha (o con ninguna) información sobre posparto o lactancia. "No hay mucha preparación para el posparto porque se supone que de eso ya sabes, que lo llevas dentro del cromosoma, pero a ser madre se ha de aprender y tiene sus dificultades", constata la psiquiatra Lluïsa Garcia Esteve. La coordinadora de Pell amb Pell, María Ortí, opina que "la crianza es dura y que las mujeres que deciden criar dedicando su tiempo y su cuerpo no saben lo que significa hasta que no han parido". "Además, supone dejar de lado una parte de ti, la de la mujer social". Para Anna, creativa publicitaria de 45 años y madre de un niño de 4, el grupo de crianza fue un lugar donde "sentirse normal". "En mi entorno no me sentía normal. Ver que había otras madres como yo, que tenían los pechos irritados como yo, en situaciones límite o con poco espacio para cuidarse a sí mismas, fue un hallazgo", admite.

Expectativas frustradas

No hay referencias cercanas de lo que supone criar. El primer bebé que tenemos en brazos más de media hora suele ser nuestro. "Somos una generación que nunca había visto criar, ya que nuestras madres nos dieron biberón y volvieron corriendo a trabajar 12 semanas después de parir. Además habíamos idealizado la crianza como si criar fuera un anuncio de pañales. La suma de los dos factores es un golpe de realidad", argumenta la bloguera Esther Martínez (@Estoreta). Amigas, hermanas, madres y abuelas han pasado por ello antes. "Pero, en cambio, el posparto no te lo explica nadie y es una transformación total. Con todo, a mí ser madre me ha hecho mejor persona", dice la productora Elisabet Dubé. Con Sandra Gutiérrez preparan el documental 'Maldito reloj', en el que varias mujeres explican qué impacto ha tenido en ellas el hecho de ser madres. "La maternidad no es nen absoluto como te esperas, se lleva por delante muchas cosas. ¿Cómo le explicas a alguien que quiere ser madre el cambio que supondrá? ", Se pregunta Gutiérrez. "Si tu vivencia se corresponde con las expectativas que tenías, perfecto, pero no suele ser así porque, como en todos los cambios -y la maternidad lo es a todos los niveles-, aparecen dificultades", constata García Esteve, que también coordina la unidad de salud mental perinatal del Hospital Clínico. El problema de imponer una visión idealizada es que así como los sentimientos positivos son fáciles de expresar porque es lo que se espera a nivel social, los negativos no, y esto provoca culpa e inseguridad. "No puedes verbalizar que estás triste, que no sientes con tu hijo lo que dicen que deberías sentir, que te estorba en algún momento o que no te sientes lo suficientemente capacitada".

El sufrimiento es doble: el físico del parto y el posparto y el del estigma para vivirlo en silencio. Un 10% de las mujeres sufren depresión posparto y una de cada mil, psicosis puerperal. Y no es nuevo. El problema, opina esta psiquiatra, es que no se ha hecho ciencia con perspectiva de género. "Esto no es algo de mujeres que nos reunimos a hacer un té. Idealizar a la maternidad va bien porque no tienes que hacer nada. Las instituciones no pueden mirar hacia otro lado; se deben invertir dinero, formación, investigación y espacios ", reclama.

Los cuidados, una cuestión social

La tasa de natalidad es de las más bajas de Europa: 1,3 hijos por mujer. "Nos faltan niños deseados", apunta la economista Elena Costas. ¿Pero quién ayuda a las madres cuando los tienen? "La responsabilidad se pone sobre el individuo y este es un problema social, no lo podemos olvidar", añade. Los permisos de paternidad, pero también de maternidad, deberían ser más largos, ya que no llegan a cubrir ni los seis meses de lactancia materna recomendada por la OMS; habría que promover también formas diferentes de trabajo, como el teletrabajo, y ayudas de 0-3 años. "Ayudemos a las familias a cuidar estos niños. Lo tenemos que repartir entre todos, porque el coste existe, pero tratemos de que sea el mínimo: el beneficio es de todos", dice Costas. La conciliación es el muro contra el que chocan las mujeres cuando deciden ser madres. Ana llevaba siete años en una multinacional con una prometedora carrera de futuro cuando se quedó embarazada. Pidió una reducción que la empresa aceptó, pero un mes después de volver del permiso maternal la despidieron. No tardó mucho en encontrar trabajo, pero perdió poder adquisitivo. Hace unos meses le ofrecieron otro trabajo donde le pagaban el doble y le gustaba más, pero estaba a más de una hora de casa. "Ni me lo planteé. Desde que nació mi hija tengo un sentimiento de culpa constante. Tengo que elegir entre sentirme mal por no dedicar más horas al trabajo o por no dedicar más horas a mi hija", cuenta.

Elegir o renunciar

La edad media en que se tiene el primer hijo está alrededor de los 32 años, que es cuando la carrera laboral se dispara. "Y es un reto vivir la maternidad como la quieres vivir y al mismo tiempo no descolgarte del mundo laboral hasta volverte invisible", razona Elena Costas. Elisabet Dubé siente que ser madre la ha convertido en "ciudadana de segunda". La mayoría de mujeres no creen que exista la conciliación. Lo que hay son renuncias. Esther Martínez matiza: "No he tenido la sensación de renunciar a nada, más bien elegí". Ella es maestra pero no ejerce desde que tuvo la primera hija, hace tres años. Cogió una excedencia y poca gente lo entendió. Opina que la sociedad empuja a las mujeres a ser madres para luego "dejar de serlo lo más rápido posible" para reincorporarse a la vida laboral y productiva. "No se puede hacer todo y ahora estoy donde siento que tengo que estar", dice. También eligió la socióloga Marina Subirats. "Yo tuve el dilema de trabajo o hijos y acabé decidiendo que no tendría hijos para avanzar en la carrera -explica-. Era otra época y vi que siempre estaría en conflicto para llegar a todo, no veía la necesidad de vivir esta angustia. Los hombres no se encuentran, en este conflicto ", admite.

Mientras el peso de los cuidados siga recayendo mayoritariamente en ellas, las madres no pueden optar a los mismos puestos de trabajo. Por eso la brecha salarial entre hombres y mujeres se acentúa cuando hay hijos -hasta un 30%, según un estudio danés-. Ellas hacen reducciones de jornada, excedencias o giros profesionales. Algunas terminan expulsadas del mercado laboral. "Estamos perdiendo a mujeres muy formadas y es un coste muy grande para la sociedad", añade Costas. La brecha no es sólo salarial. Los hombres también recuperan los espacios de ocio más rápido. "Ellas ponen por delante muchas cosas, ya que ésta sigue siendo la construcción social del género y la crianza: que los niños son de las madres", apunta la antropóloga Bruna Álvarez, que lamenta que la gestión de los cuidados y la crianza no sea considerada "política en mayúsculas". Según Marina Subirats, lo que ahora toca es poner en valor el mundo reproductivo y los cuidados. "Pero hay gente que todavía piensa que esto debe ser un tema de mujeres", añade Álvarez. Y como tal, es menospreciado.

Maldito reloj biológico

La infertilidad es tan tabú como la depresión posparto o el duelo perinatal. "La reproducción asistida se vive en soledad y con un sentimiento de culpa", admite Esther Vivas, que insta a hablar abiertamente de la infertilidad como una patología social. La edad media en que se tiene el primer hijo ya supera los 31 años, cada vez hay más madres de 40 años y una de cada cuatro mujeres nacidas después de 1975 no tendrá hijos porque no pueden, no porque no quieran. "Te esperas a tener una situación laboral favorable pero mientras baja la reserva ovárica", asegura Bruna Álvarez. Y a nivel biológico la maternidad no se puede estirar hasta el infinito, tiene unos límites. Con el sugerente título de 'Maldito reloj', Sandra Gutiérrez e Isabel Dubé quieren hacer dialogar la maternidad real con lo que se espera a través de madres y de mujeres que sienten la presión del maldito reloj biológico. "A partir de los 35 años la fertilidad cae en picado, se te acaba el tiempo y tienes que tomar una decisión. Quizás es ser madre pero quizás es no serlo. Las amigas de mi alrededor están todas mirando la congelación de óvulos; es un negocio. Están captando a toda una serie de mujeres que aún no saben si quieren ser madres pero que ya están congelando óvulos", denuncia Gutiérrez.

Expertos, corrientes y culpa

La maternidad del siglo XXI no sólo es más solitaria, sino también más consciente. La naturalidad con que la vivían nuestras abuelas contrasta con la proliferación de expertos y corrientes actuales: cosechado versus Estivill, pecho versus biberón, porteo versus cochecito. "Y hagamos lo que hagamos, las madres siempre somos juzgadas", constata Esther Vivas. Victoria Peñafiel es activa en las redes pero también critica que se utilicen de escaparate. "Hay mujeres que se reflejan en un estilo de crianza y parece que si no lo cumplen no son buenas madres", dice. El conflicto entre partidarios de uno u otro tipo de crianza se agudiza en las redes. Hay tantas maternidades como madres. Si dejas a tu bebé de dos días en casa porque tienes un proyecto interesante te criticarán; si te quedas en casa, también. "Que cada una pueda construir su maternidad a su manera. Las mujeres que no tienen hijos también deben hacerse más visibles porque también se sienten presionadas para tenerlos", argumenta Bruna Álvarez, que considera que hay un intento de dirigir la vida de las mujeres y que la idealización de la maternidad es un ejemplo de ello. "Que cada una sea madre como crea que debe serlo", concluye.