Long Litt Woon: "Las setas me salvaron porque buscándolas encontré felicidad"

Entrevista a la autora de 'El camino del bosque. Buscar setas, encontrar consuelo '

Sílvia Marimon
4 min
El llibre de l’antropòloga Long Litt Woon (Malàisia, 1958) ja s’ha traduït a tretze llengües.

Long Litt Woon (Malasia, 1958) fue a Noruega como estudiante de intercambio y se enamoró de Eiolf Olsen. Un día, sin embargo, recibió una llamada del hospital que le cambió la vida: el que había sido su compañero durante más de 30 años había muerto de forma repentina. Se hundió y lo intentó todo para sobrevivir. Lo que más la ayudó a "salir del túnel" fue descubrir su faceta de recolectora. El libro 'El camino del bosque. Buscar setas, encontrar consuelo', editado por Ara Llibres, es un doble viaje.

¿En Europa tendemos a aislar la muerte, como si no tuviera nada que ver con nosotros?

Antes se moría en casa y quien acompañaba en este proceso era la familia. Actualmente el 90% de las personas mueren en los hospitales o en las residencias y quién cuida del enfermo son los médicos y las enfermeras. La muerte ya no forma parte de la vida como antes y es vista como un fracaso de la ciencia médica. Ahora culpamos a los médicos.

¿Cuáles son las consecuencias?

Que la persona que sufre el duelo se queda sola porque la muerte se ha convertido en un tema privado y no público. Y la sociedad espera que sigas con tu vida rápidamente, más rápidamente de lo que eres capaz. El duelo se ha convertido en un camino muy solitario.

¿No se sintió acompañada?

Sí, tengo muchos amigos y familia y me apunté a un grupo de duelo. Pero la mayoría de amigos no lo podían entender porque me quedé viuda muy joven [tenía sólo 54 años] y mi entorno aún no había tenido que hacer frente a la pérdida de la pareja. Está bien tener amigos, pero el duelo es un camino que nadie puede hacer por ti. La parte esencial es: ¿quién eres después de esta pérdida? ¿Cuál es tu identidad? Tu entorno te puede ayudar en la parte práctica. Cuando pierdes a alguien tienes que dormir, comer, tirar la basura... y no te sientes capaz.

¿Ir a buscar setas cambió su identidad?

Me salvaron las setas, porque buscándolas encontré la felicidad. Cuando estás en el bosque y buscas setas estás presente, estás ahí, tú y la seta, como si estuvieras dentro de una burbuja y no necesitaras nada más. Y eso me cambió, porque antes era una mujer de negocios que siempre corría de una reunión a otra. Mi marido y yo éramos todo un contraste. Yo corría y él siempre iba más atrás, más tranquilo y relajado. Aprendí su capacidad para encontrar la calma a través de las setas.

¿Por qué setas?

Intenté muchísimas cosas: yoga, meditación, el camino de Santiago... Lo intenté todo, porque estaba desesperada. Pero encontrar setas me daba destellos de alegría.

Pero no se limitó a recoger setas, sino que se convirtió en una auténtica experta.

Porque me aportaba una gran felicidad. Conocí personas nuevas, lugares nuevos. Me abrió un nuevo mundo.

En el libro destaca cómo se despiertan todos los sentidos.

La seta no sólo tienes que mirarla, debes olerla, el olor es como una huella dactilar; debes tocarla, debes escucharla. Muchos sentidos que en la ciudad están dormidos se despiertan.

Habla de cómo la ayudaron las setas, pero luego también quiso escribir.

Siempre he escrito. Lo he hecho en mi trabajo como antropóloga, haciendo informes, análisis, evaluaciones... Pero siempre había habido una distancia y nunca había escrito nada personal. Utilicé dos cosas que sabía hacer para sobrevivir a la muerte de mi marido: escribir y la antropología.

En el libro utiliza dos colores, uno para explicar el duelo y el otro para hablar de la búsqueda de setas.

Son dos viajes: mi descubrimiento del mundo de las setas y un viaje interior. Además, el libro nació para ser un manual de setas, pero a medio camino salió mi marido.

¿El hecho de escribir, pues, también la ayudó?

No lo pensé, pero sí me ayudó. Cuando empecé a escribir ya hacía tres o cuatro años que había muerto mi marido. Naturalmente, no había tomado notas y tenía que mirar atrás y recrear las diferentes situaciones. Pero cuando me acercaba al final escribía en tiempo real. El último capítulo es la salida del túnel. Me ha ayudado a organizar mis pensamientos, pero lo que también es interesante es que una vez publicado también me ha ayudado hablar de ello.

¿El duelo no acaba nunca?

Alguien dijo, cuando se presentó el libro, que sabemos exactamente cuando empieza pero no cuando termina. Al principio pensaba en mi marido 24 horas: cuando me despertaba, durante todo el día, por la noche... Afortunadamente esto cambia.

Lo ha escrito en noruego, la lengua materna de su marido.

Es una cuestión interesante, porque no tengo claro cuál es mi lengua materna. En Malasia, en casa, hablaba chino, pero en la escuela aprendí en inglés. Vivo en Noruega desde hace 40 años. No pienso en cómo escribo, no soy capaz de hablar sobre cómo escribo. Mi hermano me dijo que mi voz es la voz de Malasia.

¿Qué quiere decir?

Es muy próxima. La forma en que escribo sería la forma en que mi madre hablaba con sus amigas mientras tomaban el té.

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