Los vecinos ganan terreno a los narcos

El Raval se organiza y ocupa pisos que da a familias vulnerables para que no vuelvan los camellos

Laia Seró / Natàlia Vila
4 min
La Inés a la finestra del pis on viu, que va ocupar amb l’ajuda dels veïns per evitar que s’hi  instal·lessin els narcos.

BARCELONAEl motor de la radial hacía un ruido extremo, sobre todo porque el disco frotaba contra un portón metálico y la calle de la Riera Baixa es una de las más estrechas del Raval: el aparato chillaba. Mantener una conversación allí en la esquina era, directamente, imposible. Por los decibelios y por las chispas que expulsaba el aparato. Pero, a pesar del escándalo que estaban perpetrando los vecinos de la calle, la pareja de policías que patrullaba por la esquina -que es sólo cuatro metros- no se dio cuenta de nada. La estrategia casera que los vecinos habían urdido para conseguir despistarlos era sencilla: una comida popular con música a todo volumen y decenas de vecinos bailando para tapar ese sonido estridente. Sabían que las ocupaciones no están permitidas en Barcelona, pero, tras tres noches gritando a unos camellos que querían instalar un narcopiso en aquellos bajos vacíos, habían decidido en asamblea reventar la puerta para ocupar el inmueble ellos mismos. Ya sabíamos que Inés y sus hijos eran los candidatos a habitarlo.

Acció Riera Baixa no es la única agrupación vecinal que está actuando así. Aprovechando que las macrorredadas policiales de los últimos meses han vaciado de narcos al barrio, varios colectivos del Raval se están organizando para entrar en las viviendas que fueron de los narcos para evitar que los camellos vuelvan y, de paso, solucionar el problema del acceso a la vivienda. Los vecinos saben que la batalla por "recuperar" -es la palabra que repiten más- los narcopisos se entrega piso a piso, pero la práctica se está extendiendo. Se cuentan historias similares en la calle Vistalegre, en la calle Hospital, también en Riereta. Y en la calle San Gil, donde vive Montse, la vecina que unos agentes de los Mossos esposaron y apuntaron con una pistola durante una operación antidroga porque no sabían que los vecinos habían echado a los camellos que vivían en la actual casa ocupada de Montse.

De ocupa a inquilina

Algunas de las ocupaciones perduran al margen de la ley, pero otras, como la que se hizo en plena fiesta en la Riera Baixa, han acabado regularizadas. Se trataba de una vivienda que había funcionado como piso turístico durante unos años y ahora es del Banco Sabadell. Esa noche Inés y sus dos hijos ya entraron a vivir. Hacía dos años que vivían en casa de la abuela, desde que ella abandonó al ex marido, que la maltrataba. Pero después de aquella entrada aún hubo una 'afterparty' que remató la jugada: un grupo de vecinos fueron a las oficinas del banco, negociaron un contrato de alquiler social y a mediados de julio la inquilina lo firmó para los siguientes siete años. El banco había accedido a cobrarle 100 euros mensuales y también se comprometió a arreglarle los desperfectos del piso. "Hicimos un acto ilegal para conseguir algo completamente legal: garantizar el derecho que recoge la Constitución a una vivienda digna", sostiene Santi González, de la plataforma vecinal. Al banco le habían dado a elegir: narcos o vecinos. Dicen que el acuerdo fue "fácil".

Ahora Inés ya es una cara conocida en la Riera Baixa: las vecinas se sientan con ella en su portal, los peatones hacen bromas a su hijo pequeño y la policía de la esquina accede a mover uno de los coches para que el fotógrafo le pueda hacer una foto en la fachada de su casa. Ella nunca imaginó que acabaría ocupando: "¡Nunca jamás, nunca jamás!", repite 'in crescendo', porque, como muchos de los vecinos que han ocupado pisos en el Raval, ella no había tenido problemas con la vivienda. Pero cuando la asociación le ofreció ocupar estos bajos no se lo pensó: "No tenía trabajo, vivía con la madre, no tenía nada". Ahora trabaja en una empresa de limpieza y anima a todos a hacer lo mismo que Acció Riera Baixa: "Hasta hace pocos meses, para mí, un okupa iba por la calle con perros. ¿Y ahora sabes qué les digo, a la gente? Que ocupen, que se puede hacer", sentencia. Los primeros días, recuerda, el calor de los vecinos fue clave para superar el miedo: "Estás en un estado de preocupación constante y cuando pican nunca sabes si será la policía, ladrones, drogodependientes ... sabes?".

En su caso, este calor vino de Acció Riera Baixa. Pero el barrio también transmite ese calor desde otros colectivos autogestionados como Raval Rebelde, el Sindicat de l'Habitatge del Raval y Acció Raval. También hay otros que cuando se habló de ocupar a las asambleas decidieron desmarcarse, porque es una práctica e ilegal.

Narcos armados

Las primeras ocupaciones para expulsar a las mafias del barrio comenzaron hace dos años, incluso antes de que las marcroredadas policiales vaciaran el barrio de narcopisos. "Hacía un año que habíamos notado un aumento de estos negocios ilegales en el barrio, y, después de meses de hacer caceroladas, protestas y que no pasara nada, aprovechamos unos días que los traficantes no estaban y los vecinos ocupamos el piso de la calle de la Riereta donde estaban", recuerda David Cuadrado, graduado en filosofía y miembro de diferentes movimientos vecinales del Raval.

Pero los camellos no tardaron en saberlo. "Esa tarde teníamos una asamblea de puertas abiertas y se presentaron pidiendo explicaciones". Según explica Cuadrado -que aún vive en ese piso-, los vecinos argumentaron a los traficantes que "el vecindario había recuperado ese espacio" y les pidieron educadamente que se fueran. "Eran tres -recuerda el vecino-. Pero cuando les dijimos que sabíamos que el piso no les pertenecía y que se dedicaban a traficar la tensión fue subiendo y sacaron cuchillos que tenían escondidos por el piso, y también una sierra, y nos amenazaron". Los testigos recuerdan un cierto "nerviosismo controlado", hasta que, ante la presión vecinal, los narcos se fueron. Esa misma semana, y con el mismo sistema, los vecinos recuperaron dos pisos más. "Los tres estaban en manos del mismo grupo de narcotraficantes: en un hay cocinaban la droga y en los otros dos la vendían, creo", explica Cuadrado. "Sólo la autoorganización nos garantiza, hoy por hoy, la defensa de nuestros derechos", sentencia.

Algunas ocupaciones se han regularizado tras alcanzar un acuerdo con el propietario, como la de Inés. Otras han requerido la mediación municipal, como la del bloque del fondo de inversiones Blackstone, en Hospital 99. Pero muchas otras siguen siendo ocupaciones irregulares.

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