Inés Campillo: "El feminismo no debe seguir blandiendo las mismas amenazas que en los años 70 y 80"

La socióloga participó en el ciclo "Feminismo: los límites de un proyecto común" del Palau Macaya

Toni Güell
7 min
"Me fastidia que se diga que las mujeres  que deciden pedir una excendencia para criar están alienadas"

Inés Campillo investiga en áreas que están en el centro de los debates sociales del momento y de la legislatura que comienza: las relaciones de género, la sociología de la familia, los cuidados, las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar y los estados del bienestar. Doctora por la Complutense, es profesora de la Universidad a Distancia de Madrid y ha realizado estancias en varias universidades europeas. Participó en el ciclo "Feminismo: los límites de un proyecto común" del Palau Macaya.

Dijo la escritora Silvia Nanclares en el Palau Macaya que hay que reivindicar que el currículum de la interdependencia nos defina tanto como el currículum de los logros.

Sí: se trata de romper con la división clásica entre espacio privado, reservado a las mujeres, y espacio público. Las mujeres nos hemos incorporado al segundo pero mantenemos las formas que hemos encontrado en él, y son las de un espacio masculinizado en el que parece que no se puede hablar del trabajo reproductivo y de las componendas que éste nos obliga a hacer. Los hombres jóvenes que están implicados en esas tareas también contribuyen a la ficción del trabajador desligado que llega cada mañana fresco como una rosa. Silvia fantaseaba con que los portales de transparencia incluyesen información sobre cómo gestionan los representantes políticos los cuidados que les atañen, qué hacen con sus hijos y sus dependientes mayores. No se trata de hacer público todo lo privado sino de que el espacio público sea más poroso a la vida y a todo lo que hace posible que se dé ese espacio público. De este modo quizás se tomarían más en serio otras cuestiones y reivindicaciones.

¿Ha habido suficiente debate sobre la reforma de los permisos parentales?

Me sorprende que haya habido tan poco. Porque los permisos iguales e intransferibles -ampliar el paterno para igualarlo al materno- no eran una demanda del movimiento feminista en los últimos años. Tampoco de las mujeres. Son una demanda que surge de un cierto feminismo académico, que ha sabido hacer lobby con los partidos políticos y ha alcanzado muchísima repercusión. Suena muy bien, ¿quién va a estar en contra? Yo firmé hace tres años a favor. Pero dije que hay que ampliar la mirada porque hay muchas mujeres que están teniendo hijos sin derecho a permiso, o mujeres solas. Además, existe una demanda social de ampliación del permiso de maternidad desde hace mucho tiempo. En este asunto creo que ha habido un desprecio de lo que muchas mujeres quieren, de sus experiencias vividas; es esa idea de que ellas, como una parte del movimiento obrero pensó de los obreros, están alienadas. Y ni siquiera hay pruebas de que estos permisos vayan a tener las consecuencias que se dice que van a tener. Por un lado, porque la medida surge en un desierto de políticas familiares y no puede acabar con todo lo que promete en materia de discriminación laboral, etcétera. Y por otro lado porque no hay ningún país que los tenga y no sabemos qué efectos tienen. No hay que entender la igualdad como simetría, sino tener en cuenta una perspectiva de ciclo vital, y que en un periodo puede estar más presente la madre y en otro el padre. Hay que matizar y ser cautos. Los países nórdicos tienen modelos diferentes que indican que los contextos de políticas públicas son muy importantes. Pensar que hay una política pública que nos va a dar la respuesta a todo me parece un poco simple.

Están creciendo los discursos sobre la maternidad, o sobre las maternidades.

Así es. Y a veces desde el feminismo se ha hablado de los cuidados y de las crianzas sin encarnarlos en términos de género, sin hablar de maternidad. En este campo hay diferencias dentro del movimiento. Me parece contradictorio querer poner la vida en el centro y valorizar los cuidados, al tiempo que se invisibiliza la maternidad, que es en cierto modo lo que ocurre con el enfoque que promueve los permisos iguales e intransferibles. No pretendo ser esencialista, pero la maternidad se vive de forma diferente a la paternidad. Por factores fisiológicos, por factores socioeconómicos, por las formas ambivalentes en que se experimenta, y porque no siempre tenemos al lado un compañero: cada vez hay más familias monomarentales o de dos mujeres lesbianas. Y como decía, que eso no se tenga claro es algo preocupante porque tiene consecuencias en las políticas públicas. En España no tenemos muchas políticas familiares, hay una tasa de pobreza infantil alta y las familias monomarentales son especialmente susceptibles de ser pobres. Y sin embargo la prioridad ha sido ampliar el permiso paterno. Pero también está pasando en la Unión Europea. No estamos hablando de que la directiva de conciliación también incorpora ese cambio, ese enfoque que pone el énfasis en los hombres. El objetivo es encomiable pero cuando en muchos países las políticas de protección a la maternidad son todavía muy precarias, poner el foco en la paternidad me parece regresivo en términos de distribución de los recursos. La directiva europea de maternidad ha envejecido mucho, todavía identifica maternidad con baja médica y está a 14 semanas. Hubo un intento de reformarla y ampliar las semanas pero quedó en nada. No hubo acuerdo entre los actores sociales, empresariado y sindicatos europeos ni en la Comisión, en parte porque ha calado la idea de que si protegemos la maternidad estamos ahondando en la discriminación de la mujer en el mercado de trabajo.

¿Y no es así?

No necesariamente. No se pueden seguir blandiendo las mismas amenazas o los mismos fantasmas de los años 70 y 80. Y sin embargo sigue siendo fuerte un feminismo que viene de la segunda ola y que habla como si no hubiera cambiado la sociedad, el contexto social de las mujeres, cómo viven la maternidad, cómo viven el empleo. En los últimos años he intentado aunar mi formación en políticas de bienestar y género con la perspectiva de la economía feminista, para contribuir a esclarecer qué queremos que signifique ese eslogan de "poner la vida en el centro". Pero para hacerlo es importante no hablar por las otras. Me fastidia que se diga que las mujeres que crían con apego o que deciden pedir una excendencia para criar están alienadas. Hay que escuchar las experiencias vividas de las mujeres y entender que las cosas son siempre más ambivalentes. Además, como nos dicen los datos, la tasa de empleo de madres de niños de menos de tres años es bastante alta en España, y la de las mujeres jóvenes es muy alta, al nivel de algunos países nórdicos. Por tanto, hablar del peligro de que las mujeres están abandonando el mercado de trabajo para cuidar no es hablar de los peligros más reales a día de hoy. El problema es, más bien, el desempleo, la precariedad, los bajos sueldos y las largas jornadas, el escaso control a la discrecionalidad empresarial y la escasez de políticas familiares.

¿Qué otras discrepancias vive el movimiento?

Tras el éxito de la huelga del 8M de 2018 y en el proceso hacia la de 2019 aparecieron algunos conflictos como el debate en torno a la prostitución o el del sujeto del feminismo -si tienen cabida o no las personas trans-. Se debate también, aunque menos, sobre maternidad, permisos o sobre cómo conceptualizar los cuidados. Los vientres de alquiler no los metería en esa lista, los defiende el "feminismo liberal" de Ciudadanos, pero dentro del feminismo hay un consenso tremendo en contra.

¿Cuál es el sujeto del feminismo?

No se puede definir a priori. Por definición los sujetos colectivos dependen de sus contextos sociales y económicos, se van construyendo históricamente. El movimiento obrero no es un a priori, se construye con su hacer, con sus relaciones con los partidos, con las instituciones, el del s. XIX no es el de ahora si es que aún existe... ¿Cuál es el sujeto del feminismo? Puede no sonar bien pero ese debate no me interesa. Solo se puede contestar en la práctica, en el hacer. Y si decimos que el género es un sistema de construcción social de cómo deben ser los sexos, entonces no entiendo la incomodidad con que las personas trans formen parte del movimiento feminista. Decía Ana Useros una cosa preciosa: que hay que mantener un principio de la ignorancia y de la precaución. No se puede dejar un "nosotras" fijado ni pretender fijar un análisis para siempre. Hay que dejar un hueco de apertura porque las cosas cambian. Eso permite que el fenómeno sea más inclusivo y que se adapte mejor a los problemas sociales.

El feminismo ¿es un anticapitalismo?

El feminismo, la democracia o la ciudadanía son conceptos que afortunadamente estarán siempre en disputa. El feminismo tal como yo lo entiendo es y debe ser anticapitalista, sí. Pero no me siento autorizada para hablar en nombre de todo el movimiento. Como teoría emancipatoria, si nos tomamos en serio la importancia de los cuidados, llegamos a la conclusión de que la extracción y la desposesión capitalistas son contrarias a las vidas dignas, a tener tiempo para cuidarnos y cuidar de los demás. Pero no me atrevo a decir que una feminista socialdemócrata no sea feminista. Tengo claro que Albert Rivera no lo es. Es bueno que se pongan cada vez más sobre la mesa las interconexiones entre clase, género, etnia, orientación sexual, etcétera, y cada vez hay más feministas anticapitalistas, pero el debate sigue abierto.

¿Las feministas tienen que hacer algo por enrolar a los hombres?

No es nuestra labor. Los hombres tienen que hacer su propio movimiento feminista. Si les parece que el feminismo es una idea por la que luchar, que se organicen. Si quieren contribuir, pueden formarse, leer más, hablar con sus compañeros, hacer algo. Es muy minoritario, pero hay grupos de masculinidades, de hombres por la igualdad. Cargar al mundo feminista también con esta responsabilidad, interpelarlo porque no lo están haciendo bien... Si quieren ser aliados, encontrarán la fórmula, pero no creo que se la tengamos que dar nosotras.

¿En qué medida puede conseguir Vox que la modernidad retroceda en España?

Los bloques de izquierda y de derecha se han mantenido bastante estables desde los 70. El cambio significativo se ha dado en el segundo, que se ha derechizado. La aparición de Vox ha llevado a PP y Cs a competir con ellos, ha establecido marcos, una agenda. Pero los datos dicen que España lleva mucho tiempo teniendo actitudes y valores muy progresistas, saliéndose de la pauta del sur de Europa con mucha más apertura en cuanto a cuestiones como la orientación sexual o los tipos de familias que Grecia o Italia, y acercándose a los valores centroeuropeos y nórdicos. Y me parece que eso es difícilmente reversible. Hay un sustrato de respeto mayoritario a las distintas formas de vida que me impide pensar que la reacción pueda llegar a ser mayoritaria.

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