SALUT

Mi hijo Martí

Lara Bonilla
4 min
Una ecografia

BarcelonaHasta que no pasas por una pérdida gestacional no eres consciente de la cantidad de mujeres de tu alrededor que han pasado por lo mismo y que también han perdido un bebé durante el embarazo o poco después de nacer. Es como una hermandad secreta de la que nadie te había hablado. Como tantas otras cosas que afectan a las mujeres. Quedarse embarazada no siempre es fácil, y eso tampoco te lo explican. Ni que la maternidad tiene capítulos oscuros. La ilustradora Paula Bonet ha expuesto públicamente en las redes su caso -ha tenido dos pérdidas en un año- y ha contribuido a dar visibilidad a un tema tabú. Gracias.

Las redes han respondido y muchas mujeres han aplaudido el gesto de normalizar una pérdida a menudo invisible y han explicado que a ellas también les ha pasado. En la semana 20 del embarazo, en la 39 o durante el parto. Su primer hijo o el tercero. Fruto de un embarazo espontáneo o de una fecundación in vitro. El riesgo de perder un bebé durante la gestación es de un 20%, aunque las pérdidas más allá de las 12 semanas son menos frecuentes.

Nos puede pasar a todas. A los 25 o a los 40 años, pero con la edad aumenta el riesgo. "El retraso de la maternidad hace que los hijos se tengan en edades más avanzadas y es más fácil tener una pérdida", explica el jefe del servicio de obstetricia de Dexeus Mujer, Bernat Serra.

Le pasó a mi abuela Pilar. Cinco niñas y un niño que murió a los dos días de haber nacido. Se tenía que llamar Juan, como su abuelo. Le pasó a mi abuela Mercedes. Una mala caída y perdió al bebé que esperaba. Dicen que era niña. Mi padre fue hijo único. Le pasó a una cuñada y a dos primas. Una será madre pronto. La otra no volverá a intentarlo. Y a una tía. Y a compañeras de trabajo. Y a amigas. Una no me lo contó hasta que yo pasé por lo mismo. ¿Por qué no se explica? ¿Por qué mi abuela habla de su niño, como lo llama ella, con naturalidad y yo me tengo que tragar las lágrimas cuando veo a parejas de gemelos?

Un proyecto truncado

Perdí a uno de mis hijos gemelos en la mitad del embarazo. Cada vez que alguien me preguntaba qué llevaba, mentía y respondía que un niño. Tenía la necesidad de explicarme y decirle a la camarera del bar donde desayuno que en realidad eran dos, pero que a uno ya no le latía el corazón. Pero no podía, era demasiado incómodo escucharlo. De eso no se habla. Te lo guardas y punto. Dos días después de la operación -intentaron salvar a los dos niños con una intervención en el útero que no funcionó- mi entorno, con buena intención, ya me estaba animando a pasar página. "Tienes que estar contenta, tienes suerte de que uno esté vivo". "Mejor ahora, y no una vez que hubiera nacido". "Quizá mejor así, dos de golpe son mucho trabajo". "Él no se dará cuenta y, además, ya tiene otro hermano". Cada frase, una punzada. Y me lo creí. Quizás estás exagerando. Dejé el duelo en pausa y puse el piloto automático.

"Es un duelo muy silenciado y poco reconocido porque es una pérdida nada visible. Para los demás es como si no hubiera pasado nada. Pero para la madre, sobretodo, este embarazo es un hijo desde el primer día, tiene nombre y es un proyecto de familia que se para en seco. Todo lo que pensabas que pasaría, no pasa, y eso es lo más doloroso", explica la psicóloga Teresa Pi-Sunyer, experta en duelo perinatal y responsable de los grupos de duelo del Hospital Vall Hebron.

Imaginé muchas veces el primer aniversario de los gemelos. Lo proyecté desde el día en que los sentí moverse dentro de la barriga. Decidí que cada uno tendría su propio pastel. No les haría soplar la misma vela ni tampoco los vestiría igual. En todo caso llevarían camisetas del mismo modelo pero de color diferente. Me regalaron dos baberos, dos bolsas y dos conjuntos iguales. Uno no ha salido nunca de la caja y tampoco me he atrevido a regalarlo. Los visualicé dando los primeros pasos, los dos a la vez. Y poniéndose de pie cada uno en su cuna. Su padre y yo refunfuñamos porque el cochecito de gemelos no cabría por la puerta del piso y el coche nuevo se nos quedaba pequeño antes de amortizarlo. Me preguntaba si los sabría distinguir. Eran idénticos. Ahora me pregunto si tendría el pelo claro y se le rizaría por los lados, como a su hermano. ¿También a él le gustarían los cuentos y las cocinitas? ¿O sería más de coches y superhéroes, como su hermano mayor?

Un duelo sano pasa por hablar

Si la muerte ya es un tabú social, el duelo perinatal aún lo es más. Es diferente al de otras muertes porque todo pasa "por el imaginario". "Este hijo está incorporado en el lenguaje, en la cabeza, y se ha hecho un hueco en casa. Y para la mujer, además, forma parte de su cuerpo, que se ha preparado para tener un hijo y esta transformación física y mental no se puede detener de un día para otro. Tanto el cuerpo como la mente necesitan su tiempo y se debe respetar el proceso natural. Es peor acortarlo o querer acelerarlo -explica Pi-Sunyer-. El dolor te queda siempre pero el duelo sano hace que se pueda traspasar esta tristeza, hablar y situar esta vivencia como parte de la familia".

Elegir qué nombre les asignaríamos, cuando ya sabíamos que uno sólo existiría para nosotros, fue difícil. Te animan a hacerlo pero casi nadie se atreve a pronunciarlo. El suyo es un nombre que nunca coseré en las etiquetas de la ropa ni escribiré en la hoja de inscripción de la escuela ni lo gritaré en el parque. Como murió a los cinco meses de gestación, tampoco lo puedo inscribir en ningún lugar. Pero lo quiero poner por escrito. Mi hijo se llamaba Martí.

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