FUERA DE FOCO

Domiciano Sandoval: "Nunca deberíamos haber dejado las calles: la democracia se tiene que ejercer cada día"

Entrevista a Domiciano Sandoval, el activista que ha llevado la bajada de pensiones a Estrasburgo

Texto: Laura Rosel / Fotos: Dani Ríos
11 min

Domiciano Sandoval dejó de conducir los coches oficiales de la Generalitat para crear y liderar un movimiento pionero de protesta: Marea Pensionista. Entre una cosa y la otra, se jubiló. La congelación de las pensiones que el gobierno de Mariano Rajoy decretó en plena crisis económica se le hizo insoportable: implicaba perder uno de los derechos sociales más preciados de la democracia. Y lo llevó a los juzgados. Cuando agotó el recorrido en las instancias españolas, se plantó ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos (TEDH), que, contra todo pronóstico, aceptó a trámite la demanda. Ahora espera la sentencia.

Sandoval entró en contacto con el activismo social cuando todavía era un niño y no ha dejado de practicarlo ni un solo día. Vive convencido de que no hay alternativa a la lucha, entendida como el compromiso con los otros, la defensa de los derechos y la justicia social. Lo cree firmemente, no es una fachada; lo ha defendido a cada paso que ha dado hasta ahora. Lo hizo en el primer trabajo que tuvo, en la construcción, donde se rebeló contra los jefes de obra que lo explotaban. Lo hace desde la asociación de vecinos de su barrio, desde Marea Pensionista, y en casa, arengando a sus propios hijos.

Domiciano tiene un discurso ágil y lleno de datos y referencias históricas. A ratos parece un estadista, de golpe un profesor de universidad, y si te despistas puedes acabar pensando que hablas con un líder político. Pero a los políticos, y a los partidos, los quiere lejos. Prefiere estar cerca de los vecinos, los pensionistas, los taxistas, los trabajadores de la construcción o los estibadores. Muchos lucharon juntos hace 40 años, en el despido oficioso del franquismo, para conquistar unos derechos de los cuales los hijos y los nietos debían disfrutar. Ahora muchos vuelven a coincidir detrás de una pancarta para exigir que no se los arranquen. Sandoval lamenta que con la democracia, además de la libertad y las elecciones, llegaron el conformismo y, por lo tanto, la desmovilización. Las generaciones posteriores a la suya han olvidado todo lo que hicieron ellos para llegar hasta aquí. “Los derechos no existían. Se sufrió y se luchó mucho para conseguirlos y, una vez conquistados, todavía hay que defenderlos”. Me avisa que de aquí 15 o 20 años todo esto nos estallará en la cara.

¿Cuál fue tu primera lucha?

¡Ni la recuerdo! Quizás cuando tenía 10 años y volví, en vacaciones de la escuela, a León, donde vivían mis padres. Había una pelea de chicos en la calle: eran cuatro contra uno y nadie reaccionaba. No lo pude evitar, me metí y empecé a repartir. Creo que en aquel momento me convertí en activista.

¿Se trata de defender al más débil?

Se trata de ver una injusticia y no desviar la mirada: yo no puedo pasar de largo. Me he encontrado con ello muchas veces: me he lanzado sin pensar y, por suerte, siempre he salido adelante bien.

¿Ahora quién es el más débil?

Los trabajadores y los pensionistas. Pero el día de mañana los trabajadores todavía serán mucho más débiles que los pensionistas. Se lo digo a mis hijos: “¿No os dais cuenta de que no tenéis futuro? Si no lucháis, no tenéis mañana”.

Pero tú estás jubilado y tienes la pensión garantizada.

¡Son las vuestras, las pensiones en peligro! Estamos en la calle por las pensiones de las generaciones futuras, quizás porque hemos sido corresponsables de esta situación. De alguna forma a nuestros hijos les hemos hecho creer que todo estaba hecho, que no tenían que preocuparse por nada, y ahora tenemos un deber al menos moral de conseguir mejorar un poco lo que hemos hecho mal. Hay dos cosas que nos han ido introduciendo poco a poco sin que hayamos sabido reaccionar: el consumismo y el individualismo. El consumismo nos lleva al fin del planeta, porque en Occidente nos hemos olvidado de valorar todo lo que tenemos: poder hacer veinte regalos para Reyes, llegar a casa y tener lavadora y televisión, y comprar el diario cada día. Lo tenemos todo a nuestro alcance. Si toda la población de la Tierra tuviera todo esto, el planeta ya habría estallado. Y después está el individualismo, el hecho de pensar que debes competir continuamente sin preocuparte para nada por lo que les pueda pasar a los otros. La gente se ha acomodado. Nos han llevado a un ritmo de trabajo en el que los jóvenes están aceptando salarios de 700 o 800 euros. ¡Pensaba que esto no lo vería nunca! A veces me pregunto por qué estamos en la calle, si solo somos cuatro locos reivindicando pensiones dignas mientras las cafeterías están llenas de gente. Podríamos estar haciendo lo mismo. En cambio, estamos protestando por ellos.

Domiciano Sandoval: “Mai hauríem hagut de deixar els carrers: la democràcia l’hem d’exercir cada dia, la lluita no acaba”

Acomodados o no, para muchos, ver a las personas mayores en pie de guerra ha sido una lección.

Es cierto que hemos conseguido cosas. Con respecto a la economía, hemos cambiado un discurso que durante los primeros años de la crisis era monolítico: “no hay dinero, no se pueden subir las pensiones”. Cuando vieron a miles de jubilados manifestándose en decenas de ciudades, aquel discurso cambió y apareció el dinero. Ahora queremos volver a incidir en el discurso para blindar la categoría de derecho social. Las pensiones son un derecho como lo son la sanidad o la educación; por lo tanto, debe hacerse cargo la sociedad. Si las cotizaciones sociales no llegan, debe ser la sociedad quien a través de los impuestos asuma el coste de las pensiones. No hay alternativa: dejar sin salida el 15% de la población no es una opción. Los países modernos deben funcionar con impuestos, y la ciudadanía debe asegurarse de que después estos impuestos repercutan en servicios públicos de calidad: médicos sin listas de espera, guarderías cerca y buenas, etc. Pero no se puede decir que no se pagarán impuestos, como promete Pablo Casado. ¿En qué condiciones tendrás a tu sociedad si bajas todos los impuestos? Cuando oigo declaraciones como las de Christine Lagarde afirmando que las personas mayores son un problema para la economía global y que hay que hacer algo pronto, me pregunto si los dirigentes actuales piensan que nunca envejecerán. ¿Cuando se hagan grandes, qué harán los jóvenes con ellos?

No solo Lagarde, la mayoría de políticos españoles y catalanes gobiernan de espalda a las personas mayores.

Es como si tuviéramos que estar arrepentidos de vivir tantos años. Un ministro japonés lo admitió sin rodeos: “Las personas mayores viven demasiado tiempo, deben morirse antes”. Nuestros políticos lo piensan, pero no lo dicen, y gobiernan con una falta de respeto absoluta hacia los jubilados. No es un problema sobrevenido, es un problema buscado: desde el Pacto de Toledo se ha ido disminuyendo la base de cotización, con las reconversiones industriales se ha cambiado el modelo productivo y con las reformas laborales se han empeorado los contratos laborales y los salarios de los trabajadores.

Y con la crisis, se congelaron las pensiones.

No solo se congelaron: se puso en peligro el futuro del sistema público de pensiones. Fui de los últimos que se pudieron jubilar a los 60 años con un contrato de relieve, porque en 1967 yo ya cotizaba. Un día cogí en el metro el 20 Minutos y leí que el Colectivo Ronda quería plantear demandas contra la congelación de pensiones de Mariano Rajoy. Sin pensármelo, me presenté para poner yo también una demanda. Siempre he sido así: el trabajo es lo primero, pero no tolero que la empresa me robe ni un euro que es mío. Si he tenido que poner demandas, lo he hecho. No pensando en el beneficio económico, sino en el derecho, en hacer justicia. Y en el caso de las pensiones, vi claro que debíamos abordarlo. Éramos unos cuantos preocupados por el futuro de las pensiones y, aprovechando que las mareas estaban de moda, constituimos la Marea Pensionista, desde donde pusimos en marcha una demanda masiva al Instituto General de la Seguridad Social y después al juzgado de lo social, y ahora estamos pendientes de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Llegar a Estrasburgo fue muy importante, aunque incluso nuestros abogados eran pesimistas al principio. Ahora, en cambio, parece que hay posibilidades de que la demanda salga adelante y, si lo hace, aunque ya no tenga ningún efecto práctico, será una victoria moral. En paralelo a la vía judicial, pensamos que había que combatir la desinformación que desde los medios generalistas se enviaba a los ciudadanos y empezamos a hacer charlas en las residencias de ancianos, en las bibliotecas, en los centro cívicos... Poco a poco, la gente fue conectando con el movimiento.

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¿Qué es una pensión digna?

Como mínimo, debería ser lo que dice la Carta Social Europea: 1.080 euros. Este debería ser el ingreso mínimo para una persona mayor en cualquier país de Europa. El problema es que Europa no se ha construido pensando precisamente en el bienestar de los ciudadanos. Se han hecho leyes que han permitido al mercado de capitales moverse con total libertad e impunidad, los dirigentes políticos han quedado reducidos a simples títeres en manos del poder económico. Se han favorecido los planes de pensiones privados y ahora Bruselas no tiene ningún mecanismo para obligar al estado español ni a ningún otro estado miembro a pagar la pensión mínima reconocida oficialmente.

¡Sabes más de leyes y de economía que muchos universitarios!

En realidad, tengo pocos conocimientos de economía. Hice algún curso de economía básica y de sociología cuando era delegado sindical, pero básicamente soy autodidacta. Siempre he leído mucho: antes, libros, y ahora solo diarios y panfletos de la Marea. Cuando te implicas en una lucha como esta, que abraza tantas áreas, tienes acceso a informes y documentos de todo tipo —como los estudios de Miren Etxezarreta— y te vas familiarizando con un lenguaje y unos conocimientos que después puedes utilizar.

¿Cómo?

Hay tres argumentos en defensa de las pensiones públicas que son irrefutables. De entrada, cuando alguno de los economistas habituales de las tertulias dice que las pensiones no se pueden mantener porque la proporción es de dos trabajadores por pensionista, automáticamente les contesto que dos trabajadores de hoy están produciendo lo mismo que hace 40 años producían veinte trabajadores. Si hablamos en términos de productividad, quizás encontraremos opciones para pagar las pensiones. Se puede reducir la jornada laboral o se puede recortar la edad de jubilación. ¿Qué sentido tiene trabajar tantas horas al día y estirar tanto la vida laboral mientras miles de jóvenes tienen que marcharse al extranjero a encontrar trabajo? El segundo argumento es que las pensiones son muy caras y que la tasa de sustitución de un trabajador español llega al 80%. Pues sí, es así, pero resulta que en Francia el salario mínimo es de 1.600 euros, y en España, de 745 euros. Eso no hay economista que lo pueda desmontar: un día me invitaron a un programa de televisión, en una mesa con profesores de economía que acabaron admitiendo que estas cifras eran ciertas y que tenía razón en mis argumentos. El tercer tópico que se utiliza para justificar el ataque al sistema público de pensiones es que tiene déficit.

¿Y no es cierto?

¡Aunque lo sea, los derechos sociales no deben tener déficit, por eso son derechos! ¿Por qué no nos hablan de los otros déficits? Nos hablan tanto del déficit de las pensiones que nos hemos creído que no se pueden pagar. El objetivo es justificar los préstamos que se piden al Tesoro español y que hacen todavía mayor la bola de nieve, porque el endeudamiento se dispara y la gente acaba convencida de que es por culpa de las pensiones. Si las cotizaciones no llegan para mantener las pensiones, solo hay que dedicarles una partida de los presupuestos generales del Estado, como se hace con el ejército o con la casa real: dos cosas que mantenemos sin que se hable de si tienen déficit o no.

¿Este es el argumentario de Marea Pensionista?

De hecho, va más allá, porque pedimos una reforma integral del sistema público de pensiones que se vincule a una reforma fiscal. Debemos hacer real que paguen los que tienen más: no puede ser que el sistema esté mantenido en el 86% por los trabajadores y las familias. El Gobierno debe igualar la pensión mínima al salario mínimo. Tenemos dos millones y medio de personas con pensiones de 600 euros. Eso es vergonzoso. También debe establecerse de una puñetera vez la subida de las pensiones de acuerdo con el IPC. El 2020 esta muy cerca y la reforma de Mariano Rajoy del “aumento” del 0,25% continúa pendiente de solucionar.

¿De esto no se ocupan los sindicatos?

Eso de los sindicatos es una verdadera pena. Han abandonado la representatividad y la defensa de la sociedad. Ahora el poder y los sindicatos se retroalimentan. Me refiero al poder político, no al poder real, que está en manos de los bancos y del sector económico. El poder político necesita a los sindicatos para aparentar que cede para llegar a acuerdos sociales. Los sindicatos viven a cuenta de la limosna que les da el poder, tienen una credibilidad bajo cero ante la sociedad. En Marea Pensionista tenemos muchos pensionistas que continúan afiliados a los sindicatos, pero que están implicados a muerte con nosotros.

Por lo tanto, la lucha tiene sentido.

Tiene todo el sentido. Además, estoy convencido de que la gente joven y los trabajadores se nos acabarán añadiendo. El ejemplo más claro lo he visto con la reivindicación de los taxistas contra las plataformas como Uber o Cabify. Desde Marea Pensionista les hemos apoyado, hemos ido a sus asambleas. Los demostramos que eso debe ser recíproco, que esta es una lucha solidaria. Si nos limitamos a hacer una movilización por un problema laboral concreto y, una vez solucionado, volvemos a nuestras vidas como si nada, no estamos avanzando, porque el futuro sigue siendo incierto. Se lo he explicado muchas veces y creo que han entendido la importancia de sumarse a nuestra lucha y hacerla conjuntamente. También estamos intentando cohesionar los movimientos sociales de Barcelona, sin mucho éxito hasta ahora. Los más resistentes son los estudiantes: es difícil que vean que esto también tiene que ver con ellos y que entiendan que tarde o temprano ellos también serán pensionistas. No desisto: voy a hacer charlas a los institutos y oigo que voy sembrando o picando piedra para avanzar.

¿De dónde sacas el tiempo? ¿Y la energía?

Hay un montón de cosas que me gusta hacer: pintar, escribir, leer. Las he dejado por esta lucha. Cuando te comprometes con una reivindicación como esta, te exige tanto que no tienes tiempo para nada más. Por no hablar del dinero, que es mucho el que destino a esta causa, pero esto también me compensa. El activismo es algo que se lleva en los genes. A veces me saturo y durante un par de meses me retiro de circulación. Hasta que alguien me pide que lo ayude y ya estoy otra vez. Como yo hay mucha gente en Marea Pensionista, en los iaioflautas y en los movimientos vecinales. Personas mayores que tienen una vida tranquila con unas condiciones económicas que les permiten vivir dignamente y que están luchando sin descanso por los derechos sociales, por ayudar a los demás. Es muy importante sentirse a gusto con uno mismo. Yo prefiero levantarme cada mañana, mirarme al espejo y reconocerme. Si no actuara delante de una injusticia, si no hiciera nada para mejorar la sociedad, no sería yo. Estoy convencido de que venimos a este mundo a intentar dejarlo un poco mejor de como lo encontramos. Además, a los jubilados nos sale a cuenta estar en esta lucha, porque nos mantiene las neuronas despiertas, nos mantiene vivos. Somos la generación proactiva. Hay personas que prácticamente no pueden andar que aseguran encontrarse mucho mejor desde que están en la Marea Pensionista. Quizás antes estaban en casa sin hacer nada y ahora esto les sirve para volver a estar activos.

¿Después de vosotros viene más gente?

¡Espero que sí! En el mes de mayo haremos la sexta asamblea de la Marea Pensionista y me gustaría poder decir que me busquen a un sustituto. No dejaré de formar parte de ella, pero empiezo a estar un poco cansado. ¡Creo que ya es hora de pasar a un segundo plano y mi mujer también se lo merece!

¿La lucha cuándo acaba?

La vida es una lucha permanente. No acaba nunca. No te puedes detener. Nos encontramos en esta situación por haber dejado de luchar. Nunca habríamos tenido que dejar las calles. La mayoría pensaba que con la democracia ya lo teníamos todo conseguido y que solo debíamos esperar a que llegara el día de las elecciones, poner la papeleta en la urna y listos. La democracia debemos ejercerla cada día y debemos exigirla cada día.

¿Eres optimista?

Creo que sí, aunque me tiene bastante preocupado el auge de la ultraderecha en Europa, que no parece tener una solución fácil. O quizás no se quiere buscar. Me cuesta entender que los europeos olvidamos tan pronto catástrofes como las que hemos vivido no hace tanto tiempo. A los jóvenes no les estamos explicando la historia reciente y, si no recordamos el pasado, estamos condenados a repetirlo. Olvidar de dónde venimos, cómo ha costado llegar hasta aquí, puede ser un verdadero desastre. ¿Hemos olvidado qué pasó aquí en los años 40? ¿O en Yugoslavia, en los 90?

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