CRÒNICA

Dormir en la calle en Barcelona: "Tengo que esconder las mantas porque si no me las roban"

Varios sintecho han vuelto a dormir en la calle en Barcelona a pesar de las bajas temperaturas

Mònica Bernabé
3 min
Un sensellar dorm en un portal d'un carrer de Barcelona dilluns

BarcelonaEl mítico termómetro gigante que hay en el Portal de l'Àngel de Barcelona no funciona. Ese que tiene varios metros de alto y ocupa la fachada de todo un edificio. Sus luces están apagadas y no marcan ninguna temperatura, pero es evidente que el ambiente es completamente gélido, del mismo modo que fue gélida la noche del domingo al lunes, después de la cual dos personas sin hogar fueron encontradas muertas en la vía pública. Murieron de frío, se supone. A pesar de esto, ayer por la noche volvía a haber gente en el centro de Barcelona que dormía en la calle, a la intemperie.

Ante el Zara de Plaça Catalunya hay una persona que descansa solitaria tumbada en un banco. Está tapada de pies a cabeza con tal cantidad de ropa –un saco de dormir y varias mantas– que a simple vista parece un ovillo y es imposible saber si se trata de un hombre o de una mujer. En una de las entradas de la misma tienda de ropa hay tres personas más que duermen tumbadas sobre el frío mármol del suelo. También están tapadas de pies a cabeza con mantas y sacos de dormir y de momento parecen vivas: una emite un ligero ronquido y la otra se revuelve un instante sobre el fino cartón que le sirve de colchón al percibir la presencia de esta periodista.

Unos metros más allá, en un portal de la calle Fontanella, otro sintecho se protege de las bajas temperaturas con varias cajas de cartón. A simple vista parece que esté metido dentro de un ataúd: tumbado, inmóvil y totalmente tapado. "Sí, sí, hace mucho frío", comenta un compañero que intenta coger el sueño justo al lado, también con sus respectivas cajas de cartón, con las cuales ha construido una especie de casita. Dice que se llama Reduan, que es de Marruecos y que él no quiere que le ofrezcan un lugar donde dormir durante estas frías noches de invierno, sino que le den documentos. "Me robaron los papeles hace tres meses: tenía pasaporte, permiso de residencia, todo. Trabajaba en el Telepizza y cobraba 700 euros al mes. Entonces no dormía en la calle, podía alquilar una habitación", explica con un castellano pobre.

Ya son más de las diez de la noche, el toque de queda ha empezado, pero en la Rambla sigue viéndose a algunas personas: un repartidor de Glovo que pedalea a toda velocidad por la calzada de bajada, otro que encara la de subida con cara de cansancio, un hombre que pulula por la acera... José está sentado en un portal al lado del Cafè de l'Òpera. Muerde un trozo de pan y lleva un carro de la compra con una manta y una almohada. "Sí, han venido voluntarios de Arrels y de otros lugares para que fuera a dormir a Montjuïc, pero yo prefiero quedarme aquí", afirma cuando se le pregunta si nadie le ha ofrecido un lugar donde protegerse de las bajas temperaturas. Da sus razones para no querer moverse de la calle: le han dicho que en Montjuïc tendrá que ir a dormir cuando se lo manden, cenar cuando se lo manden y que no podrá fumar. Un infierno. "Prefiero tener libertad", argumenta. ¿Y el frío? "Llevo dos años durmiendo en la calle", contesta. Dice que tiene dos mantas escondidas en un parque y que, con esto, intentará pasar la noche. "Las tengo que esconder porque si no me las roban".

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