"Nunca había vendido tantos polvorones como este año"

Las ventas en el mercado se animan por las restricciones en los restaurantes durante las fiestas de Navidad

Marta Rodríguez Carrera
2 min
Una dependenta despatxa bolets a una clienta del mercat del Lleó de Girona

MartorellDía de colas. La incertidumbre por los cambios en las restricciones ha hecho que muchas familias hayan esperado hasta última hora para comprar y este jueves, a pocas horas de la Nochebuena, las paradas del mercado municipal de Martorell son un no parar de clientela. "Hice el pedido el lunes pero ya me dijeron que antes del jueves no me podrían servir", dice una clienta mientras espera su turno en la pollería Inés, donde explican que durante toda la semana han ido trabajando sin cesar. "Y esto ya no es nada, ayer la cola llegaba hasta el bar", señala la dependienta mientras continúa cortando el muslo.

Afuera en la calle, al lado de la Rambla de les Bòviles, la gente también hace cola, esperando que el mercado se vacíe y la pantalla que indica la capacidad máxima de 110 personas les permita entrar. Previamente tienen que pasar por un termómetro frontal que les mira la temperatura corporal y por el dispensador de gel hidroalcohólico. "Queríamos ir a casa de mis cuñados pero después de ver cómo está todo y el cierre del Ripollès, nos quedamos en casa y, claro, necesitamos tener la nevera llena", explica Roser, que quiere "un embutido bueno y marisco".

Las restricciones vigentes marcan el patrón de consumo casero, así que las familias que acostumbraban a distribuir las comidas de casa en casa tienen que pensar en cocinarlo todo y les hacen falta los ingredientes. Isabel Sánchez despacha hoy más gambas y langostinos de los que preveía hace unos días. "Esta semana ha sido muy fuerte en ventas porque supongo que todos hemos pensado que, si no podemos salir, al menos comeremos bien".

Algo más allá, Raquel Vega, de la pescadería Moreno, está atareada limpiando unos calamares. "Nos pensábamos que no venderíamos mucho pero se ha animado y esta mañana a las ocho ya había cola", comenta. Y apunta que algunos pescados, como por ejemplo la merluza, son más baratos porque había demasiada oferta para una demanda que ha caído con la prohibición de los restaurantes de poder hacer cenas.

Tampoco ha parado Ana Villaescusa de despachar dulces de Navidad entre barra y barra de pan y cruasanes. La ha sorprendido el buen ritmo de ventas y apunta que durante los meses de confinamiento, con todo el mundo en casa, sin bares ni escuelas abiertas, el negocio funcionó bien. "Nunca había vendido tantos polvorones como este año", remarca, como si la dulzura pudiera neutralizar la amargura de la crisis pandémica.

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