Carrasco De La Rubia 1936
14/05/2019

Con la columna Durruti en el frente aragonés

2 min
Carrasco de la Rubia

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[...]

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Alas seis de la mañana he salido a recorrer los puestos de vanguardia. […] Veo a Durruti. Me invita a recorrer el frente en su coche […] Oyendo hablar a Durruti y a Ortiz se siente uno como dominado por la fuerza persuasiva de su verbo cálido, y la sangre se enciende en las venas. Son auténticos caballeros del ideal; en sus rostros, lo mismo que en sus labios, se refleja la ilusión de implantar las nuevas doctrinas, cuyo rastro queda señalado por banderas rojas y negras por estos pueblecitos de Aragón. Sólo tienen un defecto para nosotros: son impenetrables. No hay manera de enterarse nunca de lo que se prepara; por lo que hemos de estar vigilando constantemente. Cuando se les pregunta a dónde iremos, contestan solamente: -A Zaragoza. […] Los hombres que están en las avanzadillas han detenido a un viejecito que llevaba un burro, y que según dice viene de Zaragoza, de donde salió el pasado domingo por la tarde. Durruti entabla con él el siguiente diálogo: -¿Cómo se llama, amigo? El viejo saca un papel muy sucio, doblado, en el que el alcalde de Tabernas (Almería), certifica que es natural de dicha población y que se llama Diego Moreno Díaz, de 71 años. Entre los dobleces del documento encuentra una pequeña medalla de calamina, con la efigie de Jesús; los chicos la cogen y le gastan algunas chirigotas al aturdido viejo, que no sabe qué hacer. -¿De dónde viene?- continúa Durruti. -De Zaragoza. Salí el domingo por la tarde. Quería ir a Barcelona. Allí tengo una hija, que hace mucho tiempo que no la veo. -¿Cómo ha podido llegar hasta aquí? ¿No comprende que le podían haber matado? -No, señor. Yo soy un hombre tranquilo. No llevo encima ni una navajita. A la salida de Zaragoza me encontré a la Guardia Civil y me dijo que no viniera, que aquí estaban los revolucionarios y me fusilarían; pero yo seguí, y ahora quiero que me den mi borrico, que hace mucho tiempo que lo tengo, y me iré para Barcelona. Pero como el burro ha quedado a muchos kilómetros y el hombre se muestra tan apenado por la falta del pollino, Durruti, que al ver al pobre viejo tan harapiento y descalzo le ha dado unas alpargatas y una chaqueta, le da 25 duros y le pone en un coche hasta Lérida. Claro es que el viejo no acaba de salir de su asombro, pues le habían dicho que se lo robarían todo, y se encuentra con que le visten, le dan de comer, le dan dinero para que se compre otro burro y le llevan en automóvil para Lérida, desde donde marchará en el tren, también gratuitamente, hasta Barcelona. Cuando el viejo se despide de Durruti, le dice: -¡Gracias, caballero! Es probable que éste haya sido el primero que haya tropezado en su largo caminar a lomos del borriquillo, que a estas horas pace tranquilamente entre nuestros compañeros que vigilan en la línea de fuego.

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