Joan Maragall 1907
21/03/2020

Ésta es mi fe (1907)

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Ésta es mi fe (1907)

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsHoy he visto el semblante de Barcelona ligeramente aterrorizado. Como a una persona querida, le hubiera dicho: -¿Qué tienes? ¡Estás pálida! -Aunque yo bien sé lo que tiene: una inquietud, una incertidumbre, una pequeña cosa que hiela la sangre. No es un terror de temblar fuertemente ante un gran peligro que amenaza de frente y que pide aprestarse para la lucha arrostrando una muerte gloriosa; no es el de Port-Arthur el otro año, ni siquiera el de San Petersburgo ahora; no es el de una guarnición aislada frente a un ejército poderoso que empieza a descubrir sus formidables máquinas de guerra en orden de batalla, ni tampoco el de una ciudad que siente el sordo subir destructor de una marea de odio en su seno, no; es una pequeña espina en las entrañas. Una punzada de cuando en cuando. El médico, los amigos, un mismo, se dice: -Quizás no sea nada. ¡Quizás! […] ¡Pobre Barcelona! ¿Qué culpa estás pagando? Eres un poco jactanciosa, sí, un poco fachendera -ya te lo han dicho, te está bien-; pero por esto mismo da más pena verte así, mustia y alicaída. Mejor te sientan las grandes conmociones, cuando negrean las plazas y brillan los sables, y se cierran las puertas con estrépito, y la muchedumbre grita y corre... y ríe a veces, en el terror, a grandes carcajadas un poco histéricas; cuando las calles quedan bien desiertas al paso de las patrullas, y las plazas tomadas militarmente en sus bocacalles, con el blanco vacío en medio; pero las cabezas asoman por todas partes sonriendo y a la esperanza de que todo ello va a pasar, y la ciudad quedará. Hay siempre en esta ciudad una gran fe en el porvenir. Es ésta su jactancia. Pero ¿es un mal? No. El mal es esta punzadita que hiela la sangre en las venas... […] Esta mutua inspiración de confianza, esta propagación de una alegría entre tristes... (¿de dónde sale?), esta victoria espiritual, este sol en la calle... esto es lo que hace la ciudad: a pesar de la herida de ayer y a pesar de la herida de mañana; a pesar de los que se van, y a pesar de los que quedan para mal. Todo está en que también quede el principio de la ciudad -¿me entendéis?-, el principio de confianza, el principio de amor, el principio de calle, alegría, victoria... Y también en que, tras un día tétrico, haga un buen sol. Con todo esto se vence. Y contra el espíritu no hay bombas. […] Y ahora me diréis si no hice bien en lanzarme a la calle esta mañana dejando mi escrito a medias. Ved como ahora se me ha vuelto a un término bueno. ¡Ah! siempre deberíamos hacer así con las cosas tristes: no darlas por terminadas hasta que se volvieran a su natural fin de bien por ellas mismas: es decir, por nosotros, que las hacemos cuales somos. Y que somos a un fin de bien, el corazón nos lo dice. ¡Al menos ésta es mi fe!...

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