Climent Lozano, ‘walther’ 1920
13/10/2020

Orquestra Pau Casals. Debut (1920)

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Orquestra Pau Casals. Debut (1920)

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsSe presentó ante un numerosísimo público, que daba brillante apariencia a la Sala del Palau, la nueva Orquesta Pau Casals. Espacio nos falta para reseñar como quisiéramos esta importante manifestación de la vida musical barcelonesa. Sintéticamente expondremos, pues, nuestra impresión. Casals, concertista eminente, indiscutible, deja el arco para empuñar la batuta. ¿Supera su actuación de espalda al público a la que realiza de cara a él? No es dudosa la respuesta, sabiendo que un director de orquesta no se improvisa ni mucho menos, que es una nueva carrera que hay que cursar para llegar al perfecto dominio del métier de conductor de masas orquestales. Casals al frente de sus bien calificados profesores instrumentistas no puede juzgarse como cosa definitiva. Hay que entrever lo que será, con base tan firme, con orientación tan sana como demuestra tener ya en un principio. Y será sin duda algo grande lo que realice en breve plazo. Esta es la convicción que se apodera del oyente después de asistir a su presentación en su nuevo aspecto. Naturalmente, es en los instrumentos de cuerda donde ha logrado el mayor dominio de efectos y detalles, la mayor cohesión y expresividad. Su batuta algo rígida, nada propensa al efectismo, conduce sin vacilaciones a través de las múltiples dificultades de la partitura. Si no ha logrado un afiligranado detalle y una escrupulosa ponderación de fuerza, en cambio se advierte en el conjunto de su interpretación una seriedad, una honradez artística digna de todo encomio. El programa presentaba las más diversas modalidades. Llenaban la primera parte Bach, con su deliciosa Suite en re que ocasionó los primeros aplausos abundantes y sinceros de la noche, especialmente después de su famosa Aria, ejecutada diferentemente de lo que estábamos habituados a oír, con el canto de los primeros violines una octava más aguda y alteradas algunas notas, y Beethoven con su Octava Sinfonía llena de gracia y optimismo. Se dieron a conocer en la segunda parte cinco piezas infantiles de Ravel, llevando por título Ma mère l’Oye, de sonoridades diluidas, de suave encanto y dulce vaguedad, sobresaliendo la tercera, Laideronnette, la emperatriz de las pagodas por su pintoresca instrumentación, y la quinta, El jardín encantado, por su franca melodía. Formando rudo contraste con la anterior obra se dio la primera audición del poema sinfónico de Lizt Los ideales, de gran fluidez melódica, que se eleva en ciertos momentos de excelsa inspiración, pero sin lograr substraerse a efectos de hueca aparatosidad. Casals en su nueva modalidad consiguió un éxito remunerador. Y al mismo tiempo alentador.

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