ABANS D’ARA
Opinió 20/07/2021

Miró, Sert, Renau. Tres mediterráneos (1978)

Peces històriques triades per Josep Maria Casasús

FERNANDO GUTIÉRREZ 1978
2 min
Miró, Sert, Renau.  Tres mediterráneos (1978)

De la crítica d’art a La Vanguardia (25-VI-1978) en què Fernando Gutiérrez (Barcelona, 1911-1984) reivindicava l’obra de Josep Renau (València, 1907 - Berlín Est, 1982). A la ciutat natal de Renau, l’IVAM ofereix aquest estiu una exposició sobre els exilis de l’artista i militant comunista a Mèxic (1939-1958) i a la República Democràtica Alemanya (1958-1982).

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Ni que decir tiene -y, sin embargo, tiene mucho que decir- que uno de los acontecimientos artísticos y culturales más importantes que se han celebrado en Madrid en lo que va y viene de año es el que, en su conjunto, por sus características y haberse producido en los mismos días, representan las exposiciones de Miró, Sert y Renau. Tres mediterráneos en Madrid. Los catalanes Joan Miró y Josep Lluís Sert y el valenciano Josep Renau. El primero, pintor, escultor y todo aquello que se le antoje ser. El segundo, arquitecto, urbanista y profesor. Y el tercero, pintor, cartelista y maestro del fotomontaje. […] Josep Renau Berenguer, nacionalizado mexicano en 1940, sigue siendo, pese a su exilio y a todo, un valenciano frente al mar, con toda su exuberante rebeldía mediterránea, con su espíritu crítico básico, directo y significativamente claro. Sus fotomontajes son el resultado de una desbordada capacidad creadora en la que caben las fórmulas de la comprensión y la ironía, del ritmo, de la sutileza simbólica tanto como de la violencia desnuda, del ataque despiadado y sin réplica o del amor y la mano tendida. En las representaciones de sus murales se nos antoja que la ingeniería y la arquitectura se han puesto al servicio de esta “forma democrática de la pintura”, creada, inventada o sugerida para “la grandeza de la escala humana, forma superior de la materia”, como el mismo Renau dice. Llegado a este punto, entiendo que lo primero que debí señalar, porque fui testigo de ello, es el respeto con que las gentes de Madrid han acogido estas tres exposiciones, un respeto lleno de devoción, tanto por aquellos que entendían como por los que deseaban entender. Repito que he sido testigo presencial de este respeto y digo, en honor de la verdad, que me ha impresionado tanto como para restar de mi impresión la familiaridad que para mí tienen desde hace muchos años las obras de Miró y también de Sert, y lamento que no la haya tenido en análoga dimensión la de Renau, tan desdichadamente lejos de nosotros tanto tiempo. Pero el religioso silencio que el público, joven y viejo, de humilde y también de no modesta condición, desfiló ante estas obras y oyó devotamente esa misteriosa voz que hablaba, por ejemplo, de Sert, como de uno de los más grandes arquitectos actuales, y seguía sus palabras prendiéndolas de las maquetas o las fotografías. Hay obras y vidas que ya no las juzgan contemporáneos ni críticos, ni siquiera la historia, que tanto suele falsificarse y prostituirse, sino el tiempo desnudo, a pecho y ojos descubiertos, a manos limpias y corazón abierto. Todo desnudo de todo, de crítica y de historia. Como si dijera: lo que está ahí, queda, y si está es porque tiene razón, aliento y vida para quedarse. Y se sabe más tarde o más temprano. Sucede que este es el caso hoy.

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