Juan Maragall 1905
26/12/2019

La segunda fiesta (1905)

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La segunda fiesta (1905)

La tria de J. M. CasasúsYo sólo querría que el día siguiente de la fiesta fuese también fiesta-solía decirnos cuando niños un buen jornalero que teníamos en casa. Y nosotros, niños, reíamos con él la agudeza. Porque claro es -pensábamos- que si el día siguiente de fiesta fuese también fiesta, todos los días serían fiesta. Y esto nos hacía reír y soñar en una edad de oro en que los hombres ya no trabajarían más. Y siempre que hay dos o más fiestas seguidas me acuerdo de este dicho del buen jornalero, y la segunda fiesta me da una sensación como de comienzo de aquella edad de oro que sus palabras me hacían soñar. Hay, efectivamente, en las segundas fiestas algo que domina el día y que me parece que es la paz. La festividad primera, la titular, llega siempre demasiado ansiada, y así se goza con un fervor inquieto; la presencia espiritual del hecho que la motiva parece que arrulla nuestro corazón; las exterioridades con que se celebra llenan el día, y sobre la tarde del domingo el despertar del lunes proyecta ya su sombra. Pero si este lunes es un segundo domingo, ¡oh! ¡el plácido despertar! Parece que el tiempo sobra y que aquel día que empieza es un día de gracia. No hay obligación en él, ni gran conmemoración que intimide; sólo la del día anterior, que ya empieza a alejarse en la rueda del año, prolonga atenuando el sagrado resplandor -que de tanto no cupo en él-, y el día presente es lleno de una luz que ilumina y no deslumbra, y el corazón de una alegría ligera, hermana de la paz. Es realmente el comienzo de una edad de oro: después de la fiesta, fiesta. Y si la primera es Navidad, ¿cuál no será la paz de la segunda? Es tan grande la alegría de la Navidad, que parece siempre la portada de la edad nueva, y que hoy es el primer día de su disfrute; porque el segundo día es siempre el primer día. […] Cuando la noche ha pasado por encima de nosotros y la hemos dormido, es el despertar del segundo día el comienzo de la vida nueva; es el empezar a hablar y escuchar y entenderse. Así el segundo día es siempre el primer día. La paz que ayer, Navidad, se nos anunció, hoy empieza: tal parece el sentido de la fiesta de hoy, y que nosotros definitivamente apaciguados hemos entrado ya a vivir la edad de oro. En nuestra casa, que ayer temblaba toda de alegría, hay un dulce reposo y silencio; nuestro corazón se ha aquietado y avenido con la nueva dicha, nuestro semblante es ya el de todos los días… y todavía es fiesta. Estamos para siempre en el reino de la paz. […]

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