02/09/2017

La torre del loco

2 min
A l’esquerra, de color groc, la torre on va estar reclòs Hölderlin, a la riba del riu Neckar.

Ernst Friedrich Zimmer era un humilde carpintero de Tubingia. Durante 36 años cuidó a un hombre al que consideraban loco en una torre que se alzaba -y se alza- a orillas del rio Neckar, a su paso por aquella ciudad. A lo largo de aquellos dilatados años, muy de tanto en tanto, algunos visitantes ilustres se acercaban a la torre para ver al loco. Este los recibía con apelativos solemnes, como excelencia o ilustrísima, antes de encerrarse de nuevo en su mutismo. A la salida, cuando los visitantes interrogaban a Zimmer sobre la salud de su huésped, el carpintero contestaba indefectiblemente que aquel estaba en ese estado no por haber recibido poco, sino por haber recibido demasiado.

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Zimmer tenía razón si tenemos que juzgar por la obra escrita por el hombre antes de que se declarara su locura. Pues, en efecto, Friedrich Hölderlin, el huésped del carpintero durante tres largas décadas, es uno de los poetas más excepcionales de la Historia. Si de alguno podemos decir que "recibió demasiado" es de Hölderlin, de quien, como comentó uno de sus contemporáneos, es el único poeta moderno al que debe darse crédito cuando habla de los dioses. Hölderlin creía verdaderamente en los dioses -los dioses de la belleza, de la verdad, de la sensualidad, del destino-; sin embargo, también creía que los dioses habían enmudecido.

El gran poema que da testimonio de esta concepción es El archipiélago. Pienso que no se ha escrito un poema equivalente sobre la naturaleza de lo divino; es decir, sobre nuestros sueños de perfección y de libertad. En el poema lo divino no ha muerto sino que aguarda exiliado, protegido por el silencio de las profundidades del océano. Es una visión certera de nuestra época, huérfana de dioses, aprisionada en el estrecho utilitarismo de los hombres. Pero Hölderlin, soñador hasta el exceso, no acepta la muerte de lo divino. Los dioses volverán, y con ellos los grandes deseos humanos. Mientras esto está por suceder, reina el silencio. En los corazones, en las profundidades del mar y en la torre sobre el Neckar donde Zimmer cuida de su huésped. El loco, por haber recibido demasiado.

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