El arte de la carambola

Iván Redondo ¿se marcha o se queda en La Moncloa?

Ernesto Ekaizer
4 min
El cap de gabinet de Pedro Sánchez, Iván Redondo, davant del Congrés de Diputats.

MadridCarambola

1.Jugada del billar que consiste en golpear con el taco una bola de modo que choque con las otras dos o choque solo con una y esta, con el impulso, toque a una tercera

2. Resultado afortunado obtenido por suerte o por casualidad.

Iván Redondo (San Sebastián, 1981) no es, como dijo George Stephanoupolos, director de Comunicación de Bill Clinton, “el hombre que más poder tiene sobre el Presidente en los primeros nueve meses de 1995”, durante la campaña de reelección del presidente norteamericano, sino el que más poder tiene sobre Pedro Sánchez desde que le contrató en 2018, antes de una moción de censura que el gurú predijo el 8 de junio de 2017 desde su columna The War Room en el diario Expansión.

Redondo conseguía así sepultar en menos de veinticuatro horas, entre la noche electoral del domingo 10 de noviembre y el lunes 11 por la tarde, unos resultados diferentes a los que había previsto -en lugar de ganar escaños perdió tres- como producto de una táctica que La Moncloa vendió como genial, la táctica de frustrar un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos tras las elecciones del 28 de abril de 2019 y convocar segundas elecciones para el 10-N.

Esa táctica pasó primero por vetar la presencia de Pablo Iglesias en un futuro gobierno de coalición, una movida de jaque mate que Redondo ya había ensayado en la moción de censura contra Mariano Rajoy con éxito al exigir su dimisión a cambio de retirarla. El presidente no dimitió.

Pero Redondo no se esperaba la réplica de su contrincante. Iglesias le desarmó y "dimitió", al aceptar abandonar el tablero de juego a cambio de un gabinete de rojos y morados. El paso siguiente y definitivo de Redondo fue el de ofrecer una coalición con una vicepresidencia y varios ministerios difusos no para sacarla de verdad adelante sino para excitar el rechazo de Podemos. Y esta vez lo consiguió.

En realidad, lo que Redondo y Sánchez querían evitar era esto: formar un gobierno que dependiera de la abstención de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) ante la inminente sentencia del procés prevista para primeros de octubre. Ese gabinete, se pensó, volaría por los aires y obligaría ir a elecciones en medio del naufragio. Y era una previsión realista.

Lo que no pocos dirigentes del PSOE reprochan a Redondo es, precisamente, haber vendido como una táctica genial algo que era una necesidad de supervivencia, un desenlace inevitable.

A la vista de los resultados del 10-N, enterrar la mala previsión -y los pronósticos del CIS- exigió despistar a todo el mundo, empezando por los dirigentes del PSOE, operación que se empezó a gestar la misma noche electoral. Mientras Pedro Sánchez pedía a su ejecutiva la mañana del 11 libertad de acción y margen de confianza para formar Gobierno, Redondo ya había empezado a dar los pasos hacia ese gobierno de coalición como punto de partida del futuro gabinete.

Redondo hizo, pues, de sepulturero de su propia previsión -tener más apoyos después del 10-N que tras el 28-A- con la noticia de la coalición. Pedro Sánchez explicó en la ejecutiva una idea ante lo que algunos interlocutores abrieron sus ojos como platos: "Es más sencillo y más fácil formar Gobierno ahora que con los resultados del 28-A"

La sorpresa ante este desenlace cogió con el pie cambiado a propios y extraños, estos últimos a la espera de una investidura de Sánchez con la abstención del Partido Popular.

Y así, en la España de hoy, era fácil que una noticia parasitara - literalmente fagocitaba- a otra: la coalición se comía a los resultados adversos.

Había otra noticia a la que, también en la España judicializada de hoy, era necesario anticiparse: la inminente sentencia de los ERE en Andalucía. Sabido era que el lunes 11 de noviembre se reincorporaba a sus funciones después del último permiso concedido por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía de quince días el magistrado ponente de la sentencia, Juan Antonio Calle. El martes 12, ciertamente, el TSJA anunció que notificaría una sentencia que puede redondear más de 1.500 folios el próximo martes, día 19 de noviembre.

El golpe de taco en la mesa de billar no podía provocar más que una carambola rusa o sucia como se llama a aquella en que la bola arrojada toca solo a una, Unidas Podemos, y esta a su vez a otra, ERC. Pedro Sánchez tropezaba, pues, con la misma bola que quería eludir después del 28-A. Pero esta vez sin sentencia de Damocles sobre la cabeza.

Haber hecho de sepulturero de sus propios resultados adversos con la celeridad del rayo permite a Iván Redondo, pues, evitar ser el Dick Morris de Bill Clinton, aquel genio que tuvo que abandonar el puesto de director de la reelección en 1996. Claro que Morris fue pillado en una trampa. El defensor del giro del presidente demócrata al los principios de la familia tuvo que dimitir al difundir un periódico tabloide que había mantenido relaciones con una prostituta.

Redondo tiene mas cuerda en el lado Oeste del Palacio de la Moncloa.

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