Trump se aferra al poder con la connivencia del Partido Republicano

El presidente bloquea la transición al impedir el acceso de Biden a los fondos para el traspaso de poderes

Sònia Sánchez
4 min
El líder de la majoria republicana al Senat, Mitch McConnell, dona suport a les acusacions de frau electoral de Donald Trump.

Barcelona"Perder no es fácil, para mí no lo es". El mismo día de las elecciones, el martes 3 de noviembre, Donald Trump admitía con estas palabras que no gestiona nada bien la derrota. Una semana después, y cuando han pasado más de dos días desde que su rival, Joe Biden, fuera declarado presidente electo, el magnate demuestra cómo es de duro realmente para él aceptar que ha perdido. No ha vuelto a salir a hablar desde el jueves, pero su Twitter sigue sacando humo con acusaciones infundadas de fraude electoral, de elecciones "robadas" y mensajes de "ganaremos" –todo en mayúsculas– que lo alejan cada vez más de la realidad. Tal como queda claro en la retahíla de tuits eliminados o marcados por la red social como dudosos.

Incluso su secretario de Estado y mano derecha fiel, Mike Pompeo, pronosticaba este martes "una transición pacífica hacia un segundo mandato de Trump".

La Casa Blanca se aferra a sus hechos alternativos, y el Partido Republicano no abre la boca o, incluso en más de un caso, se apunta a la teoría conspiratoria. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, hablaba también ayer de "votos ilegales" y defendía que Trump "tiene el 100% de los derechos de mirar las alegaciones de irregularidades y medir sus opciones legales". De hecho, hasta este martes, solo cuatro senadores republicanos habían salido a felicitar a Joe Biden como nuevo presidente electo, entre ellos Mitt Romney, el senador de Utah que se ha significado en este mandato por ser el único que hacía frente al presidente Trump en algunas de las polémicas de los últimos cuatro años. Los senadores Ben Sasse, de Nebraska, Sussan Collins, de Maine, y Lisa Murkowski, de Alaska, completaban la lista de altos cargos republicanos que concedían la victoria a Joe Biden, igual que el expresidente republicano George W. Bush, que felicitó al presidente electo ya el domingo.

Cuando este martes por la noche le han preguntado sobre las palabras de Pompeo, el presidente electo, Joe Biden, se ha limitado a sonreír. A pesar de que ha considerado "vergonzosa" la manera en que Trump rechaza darse por vencido, Biden le ha restado importancia y ha asegurado que su equipo avanzará en la transición, se escogerá a los miembros de su futuro gobierno "y nadie lo parará".

Un total de 31 republicanos exmiembros del Congreso firmaron una carta abierta para pedir a Trump que acepte la derrota, pero, de entre los que actualmente ocupan un asiento en el Senado o en la Cámara de Representantes, la mayoría de republicanos apoyaba, tácita o explícitamente, la estrategia de Trump. Es más, los dos senadores de Georgia, que se juegan su escaño en una segunda vuelta el próximo 5 de enero, pidieron la dimisión del responsable de supervisar las elecciones al estado, también republicano, por las "irregularidades" en el recuento en ese estado. Está claro que los dos veían todavía a Trump como un activo para movilizar a sus bases electorales.

"Los que intentan utilizar el sistema legal para borrar votos son los que están socavando la integridad de las elecciones. Las opciones de Trump de cambiar los resultados son muy pequeñas, pero quizás puede crear una narrativa, en la que él es la víctima, que le sirva para mantener una base política en el futuro", dice al ARA Rich Garella, portavoz de Our Vote Philly, organización no partidista que supervisa las elecciones en Pensilvania, otro estado donde Trump denuncia que hubo "miles de votos ilegales". Garella asegura que "no hay ninguna prueba" que apoye estas denuncias. "¿Votos de personas muertas? Quizás hay uno o dos errores, pero no a una escala que pueda alterar el resultado", añade por teléfonop.

Bloqueo al proceso de transición

Pero el obstruccionismo de Trump tiene ya unas consecuencias tangibles. El equipo de transición de Joe Biden todavía no se ha podido poner a trabajar porque la Administración de Servicios Generales (GSA, en inglés) todavía no ha firmado la carta de reconocimiento oficial del nuevo presidente electo. Una funcionaria nombrada por Trump en 2017, Emily Murphy, es la administradora de la GSA y, por lo tanto, quien tiene que firmar esta carta. Y hasta este martes se había negado a hacerlo, con lo cual bloqueaba el acceso de Biden a los 6,6 millones de dólares del presupuesto federal que necesita para llevar a cabo el traspaso de poderes.

El equipo de Biden, de hecho, se está planteando incluso tomar medidas legales para forzar a este organismo gubernamental a firmar la carta y facilitar la transición. Y es que el bloqueo sostenido por Emily Murphy impide también a Joe Biden y Kamala Harris acceder a información clasificada, a la cual normalmente el presidente electo accede inmediatamente después de ser escogido. Los equipos del presidente y la vicepresidenta electos tampoco pueden acceder a los edificios gubernamentales para iniciar el traspaso de poderes con sus contrapartes en las agencias del gobierno, ni se pueden iniciar las revisiones del nuevo personal para concederles accesos a información confidencial. Todo esto estaba pendiente de la firma de Emily Murphy.

Pero, además de bloquear el acceso del nuevo gobierno de Biden, Donald Trump se atrevía incluso a hacer cambios dentro de su propia administración. De nuevo a través de Twitter, despidió al secretario de Defensa, Mark Esper, a quien en alguna ocasión se había referido como Yesper (Sí, Esper) para hacer mofa de lo que consideraba una falta de carácter, y lo sustituyó por Christopher Miller.

La maquinaria de la administración Trump se puso también al servicio de la teoría conspiratoria del presidente. Su fiscal general, William Barr, enviaba el lunes al atardecer una circular a todos los fiscales generales estatales, a las divisiones criminales e incluso al jefe del FBI para "autorizar investigaciones" sobre posibles fraudes electorales. Un movimiento que pronto fue denunciado como intento de utilizar el departamento de Justicia para finalidades partidistas.

Una estrategia legal que parece encaminada a darle tan mal resultado como la batalla impulsada en los tribunales por su abogado, Rudy Giuliani. Como si fuera un mal augurio, la rueda de prensa del sábado del exalcalde de Nueva York, que se celebró ante el destartalado almacén Four Seasons Landscape, en una especie de polígono industrial de Filadelfia, fue un fiasco: al parecer, la organización se equivocó pensando que intentaba alquilar el Hotel Four Seasons. Esto ya dio mucha munición el lunes a los programas nocturnos de humor político.

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