ANÀLISI

Buscando el milagro del área metropolitana

El nuevo PSC será más desacomplejadamente españolista

David Miró
3 min
El president espanyol, Pedro Sánchez, a la festa de la Rosa del PSC de l’any passat.

SubdirectorLa versión oficial es que, ante unas encuestas adversas, Miquel Iceta convenció a Pedro Sánchez de que lo mejor para el PSC era encomendarse al ministro de Sanidad y su imagen de hombre fiable ante la peor crisis sanitaria en un siglo. La realidad es, sin embargo, que este cambio se estaba preparando desde hacía tiempo y solo había que buscar el momento oportuno. Desde este punto de vista, Iceta, gato viejo, se ha avanzado al movimiento antes que ser víctima de un Brutus cualquiera.

Si lo miramos con gafas bifocales, veremos que el objetivo inmediato es buscar un revulsivo que movilice el voto del área metropolitana que el 21-D fue a parar a Cs, y esperar un milagro que les permita llegar primeros a la línea de meta el 14-F. Pero a largo plazo la marcha de Iceta tiene unas consecuencias mucho más trascendentes, y van más allá de una coyuntura particular. Con Salvador Illa llega lo que podríamos definir como PSC post-Procés, capitaneado por cuadros desacomplejadamente españolistas y que, además, han incubado durante los últimos años un fuerte resentimiento hacia el independentismo, al cual acusan de haber llevado el país al precipicio.

Gente cómo Eva Granados o Meritxell Batet, y el núcleo duro de Illa con José Luis Gimeno, Joaquín Fernández, Víctor Francos o Jonatan Martínez no tienen nada que ver con ese grupo que, a principios de la década pasada, parecía listo para sustituir al viejo PSC abrazando el derecho a decidir, formado por Laia Bonet, Rocío Martínez-Sampere, Francesc Vallès o Jaume Collboni. El sanchismo sobrevenido de algunos de ellos los emparenta más con un killer como José Zaragoza que con el talante conciliador de un José Montilla o del propio Iceta.

Alternativa al independentismo

Este nuevo PSC considera que en el post-Procés ellos tienen que ser eje del españolismo y alternativa al independentismo. Previsiblemente, Illa conseguirá recuperar una parte importante de este voto (como ya estaba haciendo Iceta, de hecho), y esto puede ser una buena noticia para la cohesión del país y el catalanismo (en el supuesto de que consideremos que este concepto todavía es vigente). Pero cuidado, porque el PSC no es Cs, un partido que tuvo un millón de votos pero ninguna estructura territorial digna de este nombre ni una presencia social equivalente. El PSC es una formidable maquinaria de poder, aunque limitada en las zonas metropolitanas, y tiene decenas de cuadros y gente fogueada en Madrid y en Bruselas. Evidentemente no es el PSC de Pasqual Maragall, pero ahora mismo la única maquinaria partidista capaz de hacerle frente, una vez desmantelados los restos de CiU, es ERC.

Salvador Illa sabe que, incluso en caso de ganar, lo tiene muy difícil para ser el próximo presidente porque difícilmente hay una suma practicable sin los independentistas. Pero sí puede erigirse en lo que no quiso ser Inés Arrimadas: la alternativa a un independentismo inmerso en mil guerras internas y con un componente essencialista que genera rechazo en una parte de la sociedad a la cual se pretende seducir.

Lo que viene, pues, es un PSC más alineado con el PSOE que nunca y menos izquierdoso que el de Iceta. Un PSC al cual nunca se le ocurriría hacer lo que ordenó Pere Navarro el 30 de octubre de 2013 en el Congreso de los Diputados: romper la disciplina de voto para defender el derecho a decidir de los catalanes.

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