Joe Biden jurará el cargo en una toma de posesión militarizada y sin público

Congresistas demócratas sospechan del papel de algunos republicanos en el ataque al Capitolio

Carlos Pérez Cruz
3 min
Membres de la Guàrdia Nacional davant del Capitoli, aquest dijous

WashingtonA la toma de posesión de Donald Trump hace cuatro años le siguió la polémica por la primera falsedad de su administración. Su entonces portavoz, Sean Spicer, defendió que había sido el acto inaugural con más público de la historia -“y punto”, quiso zanjar. Una mentira que la ex-asesora de Trump, Kellyanne Conway, defendió como la expresión de unos “hechos alternativos”.

La de Joe Biden del 20 de enero de 2021 será posiblemente la menos concurrida de las celebradas en Washington. No solo porque el número de invitados al acto de juramento del cargo en los terrenos del Capitolio estará limitado por los protocolos contra el covid-19, sino porque ayer se anunció que todo el National Mall, el inmenso espacio monumental que va desde el monumento a Lincoln hasta el Capitolio, pasando por el obelisco dedicado a Washington, estará cerrado al público. Solo congresistas e invitados podrán escuchar in situ cómo Lady Gaga interpreta el himno nacional.

Biden asumirá el cargo en una ciudad militarizada y sellada. La capital del país se encuentra en estado de alarma por la amenaza de ataques de milicias armadas entre el fin de semana y el día 20, cuando el demócrata comienza su mandato. Más de 20.000 guardias nacionales están llamados a garantizar la seguridad del presidente entrante, más del doble de los desplegados hace cuatro años. Airbnb ha cancelado todas las reservas de alojamiento que se habían gestionado a través de su web para Washington y alrededores. Diversas estaciones de metro del centro quedarán anuladas.

La capital estadounidense será un fuerte militar, con el Capitolio y la Casa Blanca aislados de los ciudadanos que encarnan el “We the people” con el que se abre la Constitución. Con la resaca de la aprobación en la Cámara de Representantes del segundo impeachment contra Donald Trump, el centro de Washington aparecía ayer vacío de peatones y coches, con las principales calles cortadas y algunos de sus edificios más emblemáticos vallados. Por ejemplo, el Hotel Trump, situado estratégicamente entre la Casa Blanca y el Capitolio. Este último está protegido por un visible despliegue de soldados armados de la Guardia Nacional. Sin amenazas a la vista, algunos de ellos hacían corrillos para conversar y matar el tiempo. Un grupo de adolescentes utilizaba el insólito escenario como fondo de una foto colectiva.

Incógnitas del impeachment

No servirá para retirarle del cargo, pero el impeachment seguirá adelante aunque Donald Trump ya no sea el presidente. Una situación sin precedentes que queda ahora en manos del Senado, que ha de recibir todavía el artículo acusatorio aprobado el miércoles por la Cámara de Representantes. Un paso necesario para que la cámara alta asuma su papel de jurado. Según adelanto AP, el juicio político podría empezar a celebrarse incluso una hora después de la toma de posesión de Joe Biden. Pero a menos de una semana, son más las dudas que las certezas. Entre las primeras, la de si el presidente del Tribunal Supremo, el juez John Roberts, presidirá el proceso como marca la Constitución. El matiz es que esta le otorga ese papel cuando se trata del juicio a un presidente, y Trump ya no lo será en ese momento.

El presidente saliente afrontará un segundo impeachment, algo inédito en la historia, acusado de “incitación a la insurrección” por su papel en el asalto al Congreso del pasado 6 de enero. Un ataque que algunos congresistas demócratas sospechan que pudo contar con la complicidad de varios de sus colegas republicanos. Por ello, un grupo de legisladores demócratas ha enviado una carta a los responsables de seguridad del Capitolio para que abran una investigación sobre lo que definen como “comportamientos sospechosos”. Congresistas republicanos ejercieron de anfitriones de varias visitas al Congreso el día antes del asalto. Se sospecha que pudieron ser “de reconocimiento”. Entre los invitados, personas que “parecen estar asociadas con el mitin” de Trump, según se lee en la misiva. Desde marzo pasado, el edificio se puede visitar tan solo por invitación de un miembro del Congreso.

Superado el susto del ataque, no ha desaparecido el miedo. Uno de los diez republicanos que votó el miércoles a favor del impeachment, Peter Meijer, confesó ayer en la MSNBC que está cambiando sus rutinas y que utilizará chaleco antibalas. “Nuestra expectativa es que alguien pueda intentar matarnos”, asumió.

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