De l’article del jurista i crític d’art Cesáreo Rodríguez-Aguilera (Quesada, Jaén, 1916-Barcelona, 2006) a La Vanguardia Española (28-IV-1964). La Fundació Vila Casas presenta aquest estiu a Can Mario (Palafrugell) l’exposició De l’expressionisme a l’abstracció (1953-1965), dedicada a l’escultor i artista polifacètic Josep Maria Subirachs (Barcelona, 1927-2014).
José María Subirachs, el joven y gran escultor catalán, ha terminado una importante obra que titula Polifemo. El título nos evoca la mitología griega, a través del famoso cíclope mediterráneo. Inmediatamente uno piensa que el hecho es bien natural, puesto que la corriente artística denominada mediterraneísta se adscribe al arte catalán de nuestro tiempo. No obstante, a nadie que contemple la obra actual de Subirachs se le ocurriría incluirla dentro de aquel neoclasicismo (un Maillol, un Casanovas, un Rebull, un Clará) en que la claridad, el equilibrio y la armonía de las formas y los espacios se corresponden con una representación realista y naturalista de carácter directo, pese a las ligeras exaltaciones o simplificaciones formales exigidas por la creación artística. La actual obra de Subirachs es una obra que, sin vacilación, hay que incluir dentro del concepto que, en un sentido bien amplio y, en cierto modo, impreciso, venimos designando como arte abstracto. Aunque la verdad es que Subirachs no ha escapado nunca, o casi nunca, de la representación real o de la alusión simbólica a temas o hechos reales, ni perdió los caracteres de claridad, armonía, etcétera, si bien el primero pueda hoy serle, con más o menos fundamento, negado. La obra de Subirachs surge en sus comienzos dentro de aquella tendencia mediterraneísta y directamente representativa. Pasa, poco después, por una fase en que las formas buscan una mayor intensidad expresiva; fase que se acentúa luego con una mayor insistencia en estas deformaciones de los seres del mundo real, en actitud decididamente, expresionista, para acabar en el esquema esencial de la forma exterior representada, que le lleva a la fase más evasiva de sus realizaciones, a través de las formas más “lineales” de toda su producción. La fase siguiente, en la que se encuentra hoy dentro de su máxima plenitud, incorpora firmes volúmenes, contrasta formas diversas, conjuga materiales distintos y provoca la tensión de fuerzas contradictorias, dentro de una apariencia irreal, aunque con alusiones simbólicas y referencias concretas y determinadas, que permiten al propio autor “historiar” el tema de cada una de sus obras. El Polifemo de Subirachs –expresión culminante de su larga experiencia y de esta posición suya de hoy– se integra por dos grandes bloques verticales de madera, cuidadosamente elegidos, minuciosamente preparados, pintados en negro mate, con una altura de tamaño natural de escultura (es decir, poco mayor del tamaño natural humano) y, aunque paralelas en su base, con una inclinación en la parte superior, configuradora de una abertura a modo de uve, sobre la que descansan un bloque, también de madera, policromado en granate, en empaste semejante al de la imaginería castellana medieval, o al de la pintura románica catalana. […]