Ezequiel Boixet ‘juan Buscón’ 1906
01/11/2018

Decadencia de Don Juan Tenorio (1906)

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Decadencia de Don Juan Tenorio (1906)

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsLo he dicho más de una vez y lo repito hoy: las viejas costumbres se van; las venerandas tradiciones se mueren; Don Juan Tenorio agoniza. Antaño, “se echaban” diez o doce Tenorios, en otros tantos coliseos grandes o chicos de la condal ciudad, durante esos dos días consagrados a Todos los Santos, a los Difuntos… y al burlador de Sevilla. Ogaño, el legendario héroe no se ha presentado más que sobre media docena de escenarios. La decadencia salta a la vista; la gente empieza a no hacer caso del terrible calavera, cuya presencia hechizaba en otros tiempos a las multitudes. El público, aquel bondadoso público, lleno de buena fe, que un día se encantaba con las arrogancias de Don Juan y conmovíase con sus remordimientos, que lloraba la prematura muerte de Doña Inés y compadecía los infortunios del Comendador, ya no existe, como no sea en proporciones homeopáticas; ese público se ha transformado; salvo raras y honrosas excepciones, los espectadores que asisten al teatro donde se representa el Tenorio no se dejan impresionar. […] El despampanante drama de Zorrilla no les conmueve, ni les interesa. Los más van a título de pura curiosidad; […] Y en lugar de impresionarse se ríen; aquel satánico galán que jugaba liviano y cruel con la vida de los hombres y la honra de las mujeres y convidaba a cenar a los muertos y se desesperaba en el último acto, les hace el efecto de un babieca, de un poca-solta, […] Aquel sonoro y sobadísimo: ¿No es verdad, ángel de amor...?, modelo inefable de la poesía amatoria cursilona y mema, no encuentra ya admiradores, como no sea en el interesante gremio de horteras de menor edad o la no menos simpática cofradía de señoras de las clases pasivas. […] También el escepticismo y la irreverencia han echado hondas raíces en esos dos elementos sociales; también el Tenorio les huele a comestible rancio. [...] Un tiempo hubo en que al dar las ocho de la noche del día 1 y del 2 de noviembre aparecían en todos los escenarios públicos y particulares de Barcelona, empezando por el Liceo y el Principal, concluyendo por el último casinito de recreo de Gracia o de Hostafranchs, doce, veinte, treinta individuos, vestidos unos con riqueza y propiedad, otros ridícula y pobremente, de desechos de guardarropía, pero todos embozados en rojo manto y tapado el rostro por negro antifaz, para expectorar enfáticamente el famoso introito:¡Cuál gritan esos malditos! […] Ese antiguo entusiasmo artístico tenoriano no existe ya... El drama caballeresco-funerario de Zorrilla está pasado de moda. La gente lo califica de cursi, de latoso, de anacrónico. […] Don Juan Tenorio agoniza; dentro de pocos años el burlador sevillano quedará definitivamente enterrado y no se atreverá a salir de su tumba por miedo de que le tomen el pelo.

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