Andreu Avel·lí Artís, ‘sempronio’ 1963

Buscando el tiempo perdido, en la Costa Brava

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[...]

Inscriu-te a la newsletter PensemLes opinions que et fan pensar, t’agradin o no
Inscriu-t’hi

En los casinos y las redacciones barcelonesas era Dalmau Costa el indiscutible embajador del Ampurdán. Oriundo de Port de la Selva, que él llamaba “la capital de la Costa Brava del Alto Ampurdán”, hizo por su pueblo una inmensa propaganda entre la intelectualidad y los artistas. Creo que al pintor Padilla y al escritor Alexandre Plana les corresponde el mérito de haber descubierto las gracias del Port. Y uno de los primeros y más fervientes convertidos fue Josep Maria de Sagarra, unido a Dalmau Costa por lazos de una amistad y una admiración mutuas que han durado hasta la muerte del poeta. El Cap de Creus, indemne todavía de turistas, era entonces un continente literario. Sagarra escribió su Cançons de rem i de vela en un Port de la Selva sencillo y paradisíaco, “blanc fistonet sobre el blau marí”. En el café, que llevaba el sublime nombre de “Los Bienvenidos”, llegada la noche, los pescadores cantaban habaneras y canciones de taberna entre partidas de naipes y tragos de ron. Y a la madrugada íbamos a esperar las barcas para hacer una “torrada” de pescado, acompañada con el pan recién salido del horno del “Ton Sereno”. De aquella tertulia que escuchaba las fastuosas mentiras del “mariner Luar” murieron Plana, el primero; luego Josep Maria Planes y Màrius Gifreda; murió finalmente Sagarra, que para muchos era la voz lírica del Port de la Selva. Menos mal que al Cap de Creus jamás le han faltado poetas. J.V.Foix sigue persiguiendo diamantinas imágenes y raras piedras por los acantilados; Tomàs Garcés no ha dejado de ser para nosotros el grumete que delicadamente rimaba a “l’ombra del lledoner” de la fuente de la Selva de Mar… Dalmau Costa representa aquel momento de compañerismo, de burguesa bohemia y de ingenuo desenfado. Sus amigos, reunidos ahora en torno suyo, hemos probado a cantar las canciones con que, otrora, en la ciudad, intentábamos recrear la atmósfera del café del pueblecito marinero.

Cargando
No hay anuncios

[…]