Josep Pernau 1977
15/06/2017

“El rojo” de Cuenca

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsLas elecciones consumirán toneladas de tinta y las rotativas imprimirán durante meses sobre el papel el tema electoral. Renuncio por el apresuramiento de este 16-J al comentario global. Quiero detenerme en la anécdota, que en este caso creo tiene auténtica categoría. La anécdota del primer pueblo de España en que se hizo el escrutinio, con 56 votos para Unión del Centro Democrático, 8 para Alianza Popular y uno para el PSOE. Sólo uno. El pueblo se llama Valsalobre, e imagino que en él todo el mundo sabe el nombre de la persona que tuvo la osadía de votar por un partido de izquierdas. No es difícil suponer la amarga vida de este hombre, con ideas socialistas, en una comunidad pequeña de una provincia sesteante como Cuenca. Ser “el rojo” en un pueblo no ha sido fácil estos años, ni quizá lo sea hoy en un lugar donde todo el mundo se conoce. “El rojo” ha permanecido aislado, condenado al aislamiento de los que le creaban el vacío, porque no compartían sus ideas. Ha sido relativamente fácil mantener la fe en la democracia y en las izquierdas en las grandes ciudades, donde el ejemplo de los que compartían nuestros ideales abrigaba y daba calor a nuestras esperanzas. ¿Pero hemos pensado en lo que significaba ser la excepción en una pequeña comunidad, permanecer solo en la fe y la esperanza? Porque el voto en esta población conquense está bastante claro: vota a los que mandan, hoy a Suárez, y antes, aunque no se lo preguntaran, a Franco. De ahí los ocho votos a Alianza Popular, por aquello de que Franco se ha reencarnado en Fraga, que es lo que predica su ilustrísima el obispo de la diócesis, monseñor Guerra Campos. Yo creo que todos los demócratas de este país deberían rendir homenaje a este hombre que ha tenido el valor de votar por el PSOE en Valsalobre. Quizás haya habido muchos hombres así. Durante años han sufrido y han tenido que callar. Ahora, cuando han podido hablar, se han expresado con claridad. Ellos han hecho mucho por la democracia. Vuelven ahora del exilio interior al que les había condenado el cerrilismo y la intransigencia de los que tenían el poder. Ya no les importa que les llamen “el rojo”. En el fondo se sienten orgullosos y se ríen de la enemistad de sus convecinos, que ellos nunca buscaron. ¿Cuántos hombres, como este de Valsalobre, no han recobrado estos días en los más apartados rincones de la Península las ansias de vivir?