Sobre el futuro de Cataluña, en Bruselas hay todavía más preguntas que respuestas. Hasta ahora, los representantes de la UE se habían limitado a seguir un guión de trazo grueso que satisfacía a Madrid. No obstante, el anuncio de la fecha y el contenido de la consulta ha cambiado las cosas. Desde esta semana, el debate ya forma parte de la agenda mediática europea y los corresponsales acreditados en Bruselas han acercado la lupa, pidiendo detalles. Para no darlos, los portavoces de la CE se escudan en el hecho de que Madrid no ha pedido un estudio jurídico sobre la cuestión, petición que por ahora parece lejana. Ni Londres, que ha pactado la consulta con Escocia, ha dado ese paso, para evitar alentar una victoria del sí. En consecuencia, el ejecutivo de José Manuel Durão Barroso se limita a afirmar que se trata de una "cuestión interna" y, haciendo una lectura política de los tratados, afirma que un estado catalán tendría que pedir de nuevo la entrada en la UE. Pero los interrogantes crecen. Europa se ha negado esta semana a explicar por qué es posible negociar un acuerdo de adhesión con Kosovo y, en cambio, hay que condicionar las futuras relaciones entre Bruselas y Barcelona al veto español. Tampoco se ha querido valorar en qué situación quedaría España en la UE (peso en el Consejo, reducción de eurodiputados) ni la posibilidad de plantear desde ya salidas a una hipotética situación compleja, com se hizo en Chipre. Muy probablemente porque en la CE tienen claro que, llegado el momento, la solución será política y habrá que escuchar lo que diga el Tribunal de Luxemburgo.
