Ezequiel Boixet ‘juan Buscón’ 1892

Crónica de verano

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsGracias a estos malditos calores que nos agobian, los establecimientos balnearios se ven invadidos por una muchedumbre, ansiosa de zambullir entre las refrigerantes ondas los desmayados y sudorosos cuerpos, y siguiendo, por mi parte, el saludable ejemplo de mis conciudadanos, suelo acudir también a las playas de la mar vieja, escogiendo de preferencia los llamados Baños Orientales, en donde encuentro, a más del objeto principal que allí me llama, espectáculo entretenido para mis ojos y campo de divertidas observaciones. […] La primera que se ocurrirá al entrar en el húmedo y chorreante recinto, después de echar una mirada investigadora sobre la nube de bañistas que suben, bajan, entran, salen, se pasean o se tienden, será la de que el hombre de nuestros días, puesto en pelota, es un animal verdaderamente feo y mal construido. Al mirarse uno, y al mirar a sus congéneres, se adquiere el convencimiento de esa verdad tan lamentada por higienistas y artistas, a saber: que el hombre, físicamente considerado, ha entrado en el periodo de plena degeneración, y que sus formas, sus condiciones plásticas, han sufrido una deterioración lastimosa. ¡Qué poca relación, en efecto, entre esos clásicos modelos que nos han legado las estatuarias griega y romana y los ejemplares vivientes de nuestra raza contemporánea! ¡Qué poco recuerdan nuestras líneas anatómicas, aquellas líneas severas y nobles, vigorosas al par que elegantes, respirando fuerza y respirando gracia, que muchos de nuestros antepasados debían poseer, que debía constituir el sello característico de sus generaciones, y que hoy vemos reproducidas en mármol, bronce o barro, esculpidas o pintadas, pero rarísima vez en carne y hueso! Colecciones de piernas y brazos desdibujados, sin contornos, angulosos y magros los unos, repletos de exagerada grasa los otros, rótulas mal colocadas, tibias si proporción, pies deformes que sólo se escapan del calzado para mostrar su fealdad; barrigones innobles, […] he aquí, en resumen, el conjunto de esa humanidad que se pasea con taparrabos por el interior de las barracas balnearias. […] Rememorando el culto que los antiguos tributaban a la belleza plástica, soltaba de pronto una carcajada, pensando en la ignominiosa acogida que tendría la colonia bañista de Barcelona si por una imposible revolución y vuelta de pasadas edades, se presentase en los juegos olímpicos de la clásica Grecia. ¡Qué silbidos, amigos míos y qué lluvia de piedras!