La ‘Historia’, de José Pla
Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsAnte los dos primeros tomos de la Historia de la Segunda República Española, de José Pla, nos decía un amigo:
-La obra me ha producido una depresión tal, que si llego a ser persona menos dotada estoy seguro que hubiera tenido que leer las últimas páginas metido en cama.
Si valiera este juicio del normal lector amigo nuestro, los augurios para la obra de José Pla no serían muy felices. El lector, sin embargo, no se decidió a dejar por liquidada su opinión con aquellas palabras. Nuestro silencio le brindó ocasión de matizar: “La sensación de angustia no la produce, bien es verdad, la obra en sí misma. Es algo de otro tipo, como si nos viéramos reflejados de pronto en un cristal de aumento...”. Nuestro amigo comenzaba aquí a darse a entender. La sensación de espanto la sentirán, efectivamente, todos los lectores de esta obra. Produce espanto ver objetivamente reflejada una época tan próxima aún a nuestras sensaciones, aunque tan alejada ya en el recuerdo. […] Era urgente acomboyar las aguas de este río desbordante de acontecimiento, darle un cauce, es decir una intención: y hacerlo desembocar, o sea, descubrir sus fundamentales consecuencias.
Por todo ello tiene la obra de José Pla estilo neto de historia. […] Es algo importante haber sabido eludir en ella la polémica y el pasquín, habernos dado, disecada, una época aun viva en la memoria. Ningún escritor que embista este período podrá dejar de referirse al caudal de documentos oportunamente y ordenadamente recogidos en la obra de Pla, y sobre todo a cada una de sus finísimas observaciones, destiladas como inexorables razonamientos, sobre la anécdota que se sucede, con rigor ponderado y claro. […] Una de las características de la República, a la que José Pla atribuye el fracaso fulminante de la misma como régimen político, es el desenfreno verbal de sus hombres, la desproporción entre lo dicho y lo realizado. En los períodos parlamentarios se nota, sobre todo, esta fenomenal desproporción. José Pla ha acertado en ir dando, a través de una obra de árido título, el dramatismo creciente de aquellos años y sin ampulosidad novelesca, sino en puro y jugoso estilo de observador, la fisonomía y proporción del hombre español, del pueblo español, ajeno desde los primeros momentos a la mascarada. El dramatismo de la obra, consustancial a la historia, se obtiene además por la proporción de los hombres y figuras al ámbito histórico real, en el que los prohombres del tiempo aparecen empequeñecidos como pigmeos: la sucesión de las agitaciones de tipo social se reproduce, a tenor de la historia, con ritmo pavoroso, […] La obra tiene la altura, la anchura y la profundidad requeridas. Y si, como a nuestro amigo, su lectura puede causar general angustia, nadie podrá decir que no sea ello conveniente como pueda serlo, de vez en cuando, un buen examen de consciencia.
