El análisis de Antoni Bassas: '¿Qué está pasando realmente en Cataluña?'

"Si el Estado bloquea el camino de la política, la política se termina haciendo en la calle. Por eso es tan peligrosa la inacción política del Estado en Cataluña"

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Les hablo desde Barcelona con la voluntad de compartir con ustedes algunas ideas que les permitan hacerse una composición de lugar más completa de lo que realmente está pasando en Cataluña esta semana.

Mucha gente se ha echado a la calle indignada con la sentencia. Son personas que han vivido como una agresión personal que a nueve políticos democráticos y líderes sociales pacíficos les hayan impuesto unas penas de prisión como las que podría llevarse un asesino. Les aseguro que esta semana he vuelto a oír aquello de “Yo no soy independentista pero…” y el pero era “...pero no estoy de acuerdo con la sentencia del Supremo”.

Que se califique como delito de sedición una manifestación o un referéndum es intolerable para millones de personas, sobre todo para aquellas que participaron en la manifestación o el referéndum y, en el caso de la consulta, la única violencia que vieron la puso la policía.

Llueve sobre mojado, porque ya llevamos dos años de prisión preventiva. Y crece la preocupación, porque a ver si ahora, a partir de la doctrina dictada por el Supremo, ir a parar un desahucio, por ejemplo, va a ser un delito de sedición.

Esta semana, por primera vez, se han producido actos vandálicos contra mobiliario urbano. Esto es nuevo. No había pasado en nueve años de protestas. Son hechos espectaculares, escandalosos, muy mediáticos, pero minoritarios. Poner solo el foco ahí es desenfocar. Porque, en paralelo, hemos asistido a concentraciones pacíficas y, sobre todo, a cinco marchas desde cinco puntos distintos de Cataluña que convergen hoy en Barcelona. En esas marchas, miles y miles de personas han caminado juntas durante tres días en un ambiente de enorme compromiso y solidaridad en el más genuino estilo de la revolución de las sonrisas. Esas imágenes también son espectaculares.

Otras cosa que no había pasado hasta hora. El lunes miles de personas ocuparon los accesos al aeropuerto del Prat.

¿Quiénes eran todas esas personas del aeropuerto? ¿Y las de las marchas? Pues todas esas personas son ustedes. Son como ustedes: trabajadores, parados, profesionales liberales, funcionarios, jubilados, precarios, becarios, estudiantes, gente con los mismos sueños y esperanzas que ustedes, con sus mismas dificultades para llegar a fin de mes. Gente que jamás pensó que un día ocuparía un aeropuerto. No duden que podrían ser ustedes si viviesen en Cataluña.

Y los que queman contenedores de basura, ¿quiénes son? Ahí sólo tengo mi observación directa y mi conocimiento sobre la relación de la sociedad catalana y este tipo de follones. Es probable, pero no lo sé, que haya habido, que esté habiendo, grupos de infiltrados con la voluntad de perjudicar la imagen del independentismo que siempre se ha comportado de manera pacífica. Lo que más desearía el estado es convertir un problema político en un problema de orden público. Tampoco lo sé, pero no me extrañaría nada, que hubiese grupos antisistema, incluso internacionales, aprovechando la coyuntura en favor de su agenda. Y ha habido jóvenes independentistas que han quemado contenedores y se han enfrentado a la policía.

¿Cómo es posible que lo hagan si no lo han visto hacer en casa? Bueno, téngase en cuenta que toda una generación de jóvenes catalanes ha crecido observando que el Estado sólo tiene una respuesta a las demandas catalanas: “No”. No a un Estatuto aprobado por las Cortes y votado en referéndum. No a una mejora de la financiación, no a las inversiones previstas por ley, no a negociación política sobre el autogobierno o el referéndum. Oídos sordos a nueve años de manifestaciones pacíficas y multitudinarias. No a que los diputados que han votado puedan ocupar sus escaños. A la cárcel los Jordis desde hace dos años por aquella manifestación. Les dicen: “La unilateralidad no es el camino”, bueno pues ¿dónde está el diálogo? Ven que Londres permite hacer un referéndum a Escocia. Estamos en el siglo XXI, puede escoger hasta su identidad sexual pero no puede decidir su identidad nacional. Es decir, si la respuesta política siempre es “no”, si lo único que ofrece el Estado a Cataluña son policías y jueces, puede haber jóvenes que digan “Pues, si el Estado no hace política tal como me dijeron que se hacía en democracia, nos encontraremos en la calle”. Es lógico. Si el Estado bloquea el camino de la política, la política se termina haciendo en la calle. Por eso es tan peligrosa la inacción política del Estado en Cataluña.

Finalmente, en Cataluña hay mucha gente molesta con el relato de los medios españoles de lo que pasa aquí. Más que nada, porque lo que ven que cuentan en la pantalla y lo que ven que pasa por la ventana a menudo no concuerda. Pasó ayer.

Hubo un grupo de ultras, de fachas, que salieron “de caza” (eso decían algunos de sus tuits), y cazaron, sí. Le dieron a una paliza tremenda a un joven que hemos visto todos en las redes y en televisión. Y entonces pones la tele y ves imágenes como esta: un manifestante con una bandera fascista y en el rótulo pone “constitucionalistas”. Hombre no, precisamente la Constitución acabó con estos símbolos. Bueno, o eso pensábamos.

O esta otra: “Partidarios de la unidad de España”. Sí, claro, pero se me antoja que es una definición poca precisa. Para otro día ¿puede elaborarla un poco más? Esas cosas también exasperan, porque cuando ya no nos ponemos de acuerdo ni en el nombre de las cosas, es que ya vivimos en dos mundos distintos.

Los catalanes que salen estos días a la calle tienen la íntima convicción, basada en hechos reales, que son víctimas de una injusticia. Llevan años así y por más que sus líderes políticos se equivoquen o les decepcionen, no van a apearse de sus convicciones. ¿A quién les conviene que este malestar continúe así indefinidamente?

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