ABANSD’ARA
Opinió 30/09/2021

Gabriela Mistral en la Residencia de Pedralbes

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús

MARIA LUZ MORALES 1935
2 min
Gabriela Mistral en la Residencia de Pedralbes

De l’entrevista de María Luz Morales (la Corunya, 1898 - Barcelona, 1980) amb Gabriela Mistral (Vicuña, Xile, 1889 - Nova York, 1957) per a La Vanguardia (24-I-1935). Avui fa 90 anys que la Generalitat va inaugurar la Residència Internacional de Senyoretes Estudiants en l’antic Palau Reial (ara anomenat Palau de Pedralbes) al barri de les Corts, a la Diagonal.

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Vibran cristalinas campanas de emoción al anuncio: -“¡Gabriela Mistral está entre nosotros!”. Y, en seguida, una prisa y un temor: una angustia de que la callada viajera, la recatada figura que es, hoy, sin duda, el más alto prestigio poético de América, se nos esquive en un nuevo viraje raudo de su vida de peregrina... Cónsul de Chile en Madrid, la creadora de Ternuras, de la Oración a la Maestra, del poema a Cristo, el de las carnes en gajos abiertas, busca en nuestro clima -sabemos-las posibles suavidades invernales que la meseta castellana le niega... Pero: ¿y si no la encontramos, huidiza como es a la más discreta publicidad o al más leve exhibicionismo? ¿Y si ahora nos la llevan, de una plumada, a la China, a Turquía o al Congo? Buscamos, inquirimos... Y vamos a hallarla, por fin, en el discreto retiro de la Residencia de Pedralbes, rodeada de flores y de muchachas, escuchando canciones de Cataluña y dando, en generoso cambio, versos de América. […] Vuela el tiempo, Gabriela Mistral es una conversadora exquisita, y el block y la estilográfica -el oficio- se detienen, respetuosos, ante el puro placer de la charla por la charla. Al fin, brotan las inevitables preguntas. […] Al hablar de Cataluña, vibra en su voz serena el entusiasmo: -Siempre estimé y quise a Cataluña -dice-. Aún leído y mal disfrutado en traducciones, he tenido la más cabal devoción de vuestro Maragall, no sólo poeta grande, sino un alma de meridiano, de las que rigen a su casta toda la vida y después de muertos. Ahora me trabaja el suave hechizo de ese otro espíritu tan clásico y tan substancial que es José Carner, el poeta y conversador. Cataluña -añade- es cosa muy tónica y muy seria que los sudamericanos hacen mal en ver a las volandas. Aquí aprenderían, si hiciesen estada larga, a ser gente de hoy, con dejos de un clasicismo que mucho falta en nuestro sabor criollo-. Me conmueve el elogio; ella sigue: -Me acordaré siempre de este hospedaje perfecto de la Residencia de Pedralbes. Me acordaré, entre otras cosas, del grupo de niñas catalanas que anoche hacía, con Palma Guillen y conmigo, traducciones de sus poetas al español, con un fervor de lo suyo y con una consciencia, que yo les seguía encantada. Me llena el gusto el elán y la solidez de esta juventud catalana con la que convivo unos días, y que me hace tan suave y tan alerta la convivencia-. Pone su mano en mi brazo y añade, en mandato cariñoso: -Diga usted, tan oída, que hay que traducir a los escritores catalanes para la América. Nuestro cónsul de Chile nos informa, desde hace años, sobre la Cataluña industrial y educacional, pero yo desearía a mis chilenos un contacto recto y extenso con la prosa y la poesía catalanas de todo tiempo. Haga usted llegar a los suyos este buen deseo. […]

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