Josefina Carabias 1934
04/06/2020

Ocho días de camarera en un hotel de Madrid

2 min
Ocho días de camarera en un hotel de Madrid

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsEl gerente del hotel me recibió, al fin, una mañana, y yo, tímidamente, le alargué la carta de recomendación que llevaba para él, y que decía: “Mi distinguido amigo. Le entregará a usted esta carta una muchacha, por la que tanto mi mujer como yo tenemos el mayor interés. Se llama Carmen de la Peña y ha estado durante tres años de niñera con mis chicos. Ella le explicará lo que desea, […]”. Después que hubo leído la carta, el gerente se quitó las gafas y me dijo:

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-Basta que venga usted de parte de mi buen amigo, para que yo procure atenderla con sumo gusto. […]

Acababa de levantarse el telón y comenzaba en aquel momento el primer acto de la comedia que yo me había propuesto representar en honor de los lectores de Crónica. […]

-De modo que usted estaba de niñera…

-Sí, señor; desde hace tres años.

Y como si la primera mentira de la serie inacabable de mentiras que en días sucesivos tendría que pronunciar hubiera servido para darme ánimo, sostuve con la mayor frescura la mirada de mi interlocutor. […]

[Ya de camarera], de pronto sonó un timbre, y Catalina me dijo:

-Mientras yo termino de fregar esto, vete tú a ver quién llama. ¿Entiendes el cuadro de los timbres?

-Creo que sí.

Busqué afanosamente por los pasillos el cuarto 16, que era el que había llamado.

-El 16… Catalina, ¿dónde está el 16?

-Lo tienes delante de las narices, hija. Oye, entra con precauciones porque los de ese cuarto son unos recién casados que llegaron anoche.

Entré en el cuarto de los recién casados, y me llené de espanto viendo que el esposo era propietario de un rostro que a mi me parecía muy conocido. Al ver la naturalidad con que me pedía el desayuno me tranquilicé un poco; pero al volver a entrar para preparar el baño a la señora, que se paseaba por el cuarto, como una sonámbula, envuelta en su bata de seda, experimenté una vivísima contrariedad, viendo cómo él me miraba de un modo algo extraño. Tanto me desconcertó esta mirada, que al salir hice una cosa muy fea. Aprovechando que no pasaba nadie por los alrededores, pegué el oído a la puerta, aun a sabiendas de que al hacer esto me jugaba el empleo, y oí que la señora le decía a su flamante esposo:

-¡Eres incorregible! Apenas si llevamos horas de casados y ya se te van los ojos detrás de las criadas del hotel… ¡Qué frescos sois los hombres!

-Pero nena, por Dios… Para mí no hay en el mundo más mujer que tú, ni la habrá nunca. Además, ten la seguridad de que si te engaño alguna vez, no lo haré con una criada.

-Entonces, ¿por qué la mirabas tanto?

-Pues la miraba porque se parece de un modo extraordinario a una muchacha que estudió conmigo en la Universidad, y que creo que ahora escribe en los periódicos…

Salí corriendo, y no volví a entrar en aquel cuarto, a pesar de que Catalina me lo ordenó varias veces de un modo categórico. Cuando, por fin, a los pocos días, vi salir a aquellos recién casados con sus equipajes por delante, respiré tranquila. […]

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