Manuel Vázquez Montalbán 1981
17/03/2018

El delantero centro fue secuestrado al anochecer

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El delantero centro fue secuestrado al anochecer

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsLe llaman el Brujo o la Bruja, como a Gaínza se le llamó Piru (“el Zorro”). Enrique Castro ‘Quini’ aparece de pronto, con su correr obsesivo, atareado, un correr trotón y ensimismado, como si entre pelota y jugador se estableciese el pacto laboral del músculo y la herramienta. [...] Quini es un goleador mágico. Está ahí. “Estaba allí”, dirán luego los cronistas deportivos. Si algún jugador ofrece la imagen del futbolista trabajador, ése es Quini. [...] De hecho, Quini se ha convertido en un ídolo tranquilizador, un ídolo que no excita pasiones, pero que despierta una admiración sólida, un respeto, una confianza, la confianza que sugiere un genio con maneras de artesano. Por eso, cuando se conoció la noticia de su desaparición, nadie planteó que se le hubiera tragado una juerga. Algo grave debía haber ocurrido para que el honrado delantero centro desapareciera al anochecer. Y ahí están las comadres barcelonesas sentadas en sus sillas sobre la acera de la avenida de Carlos III, junto a la casa de Quini, rodeadas de coches de la Policía y de la radio, esperando que el Brujo reaparezca, de pronto, con su cara de buen chico con un pómulo algo aplastado; se lo rompió un defensa irlandés, en un España-Irlanda, naturalmente. Reivindicó el secuestro un comando catalano-español para impedir que ganara la Liga un club separatista. Eso era antes y no exactamente así. El Barça fue durante más de treinta y cinco años la reserva espiritual del catalanismo, como Montserrat y Salvador Espriu. Pero Núñez ha hecho mucho para que el Barça deje de ser algo más que un club y se parezca a una inmobiliaria. Parece que es cosa de gángsteres. Y el secuestro se convierte en un atentado más a la consolidación de la democracia, así como suena, porque miles y miles de pasotas abstencionistas han descubierto la inseguridad de los tiempos en la noticia del secuestro de un delantero centro. [...] Es difícil imaginar Quini en una habitación cerrada a cal y canto, sin la posibilidad de ponerse en pie, de repente, e iniciar un trote zorruno olisqueando la ruta del balón y la perpendicular que lleva al túnel del gol. Le vi jugar su último partido, contra el Hércules. Marcó dos goles, como quien no quiere marcarlos. Pero estaba allí, luego dijeron los cronistas deportivos. Y en las gradas, sin duda, estaban los raptores, con la red que caza delanteros centro en la mano, en el rostro siempre una sonrisa de desprecio hacia la ilusión de las masas y la fragilidad del pájaro democrático con los huesecillos duramente rotos a pesar de no haber intentado, siquiera, salir de la jaula.

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