La predicción del telégrafo en el siglo XVII
Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús¡Qué dirían las gentes de otros siglos si llegasen a presenciar los portentos de la comunicación eléctrica!... Y eso que no puede negarse que en cierto modo los presintieron. El célebre dramaturgo del siglo XVII que, al hablar de la rapidez con que se había llevado una noticia, puso en boca de uno de sus personajes, estos memorables versos: “¿Quién sabe si con el tiempo vendrán con el rayo mismo?”, ofició de profeta, si bien es muy creíble que su presentimiento, tan gallardamente expuesto, andaba ya entonces en la mente de la muchedumbre. Tengo de ello, hasta cierto punto, una prueba en un libro viejo que conservo como una joya de mi modesta biblioteca. Por lo que pueda interesar a los bibliófilos, transcribiré su portada que dice así a la letra: Curiosa filosofía y tesoro de maravillas de la naturaleza, examinadas en varias questiones naturales, por el Padre Ivan Eusebio Nieremberg, de la Compañía de Jesús. […] La obra dedicada al cardenal Mazarini, a quien califica de “apoyo y amparo de las Provincias todas gloriosamente agregadas a la Monarquía de Francia, singularmente de Cataluña”, es un tratado curiosísimo, dividido en seis libros, uno de los cuales, el quinto, versa exclusivamente acerca de las propiedades de la piedra imán. El Capítulo XLVII, folio 139, lleva este epígrafe: “Si por la piedra Imán se pueden hablar los ausentes”; y dice así, textualmente copiado: “Pensaron algunos que por la virtud de la piedra Imán se podía hacer un instrumento, con que se entendiesen los ausentes más de doscientas millas distantes; lo cual se haría si se tocase una aguja a la piedra, y el uno se llevase consigo la aguja puesto un abecedario alrededor de ella, como las horas de los relojes de Sol, y el otro se quedase con la piedra, y otro abecedario, y quando quisiese hablar el ausente en día y hora determinada, moviese la piedra a las letras que quisiese, allegándola a las que fuesen menester para formar las palabras que quisiese, como si escribiese: entonces piensan que la aguja apartada se movería igualmente, y el otro ausente, advirtiéndolo, podría observar donde señalaba y leerlo”. ¿No existe acaso en estas palabras el germen rudimentario del telégrafo eléctrico? No obstante, el Padre Nieremberg desechaba esta presunción de algunos, añadiendo: “Nunca ha sucedido esto, ni es posible suceder, porque en distancia larga no hay piedra que alargue allí su virtud. Y por otros fundamentos que hemos probado se refuta esta imaginación”. De todas suertes, lo mismo que el Padre Jesuita refuta, demuestra lo que hemos dicho antes, esto es: que a mediados del sigloXVII ya se admitía la posibilidad de que pudiesen hablar los ausentes.