Agustí Calvet, ‘gaziel’ 1916
02/04/2019

La solución de la guerra (VIII)

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La solución de la guerra (VIII)

Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús¿Cuál de los dos será el bando vencido, el sepulcro blanqueado víctima de su descomposición interior?... Mi parecer sería inútil e inoportuno: inútil, porque no conseguiría reformar los pareceres contrarios, fundados como el mío en una simple creencia, mejor dicho, en una cordial esperanza, y por lo tanto reacios a toda refutación sentimental y problemática; inoportuno, porque me llevaría fuera de mi propósito. […] La estrategia moderna, hija de las enormes masas en conflicto, es incapaz de obtener una solución militar de la guerra. Como consecuencia de ello, la victoria de uno de los beligerantes no se obtendrá por el aniquilamiento de los ejércitos, sino por la consunción del enemigo. Esta necesidad alarga hasta lo increíble la duración del conflicto, y acrecienta hasta lo inimaginable las calamidades de los pueblos en lucha. Pero la misma monstruosidad e importancia inaudita de los sacrificios, hace indispensable una solución satisfactoria, completa, de la guerra, y excluye toda posibilidad de componenda. Y esta solución victoriosa se logrará únicamente cuando uno de los grupos enemigos se hunda por sí mismo, aplastado, rendido, no por las armas del contrario sino por su agotamiento interno. […] A medida que pasan los días, los combates pierden, en verdad, importancia guerrera; pero la adquieren política. Los desastres guerreros ocasionan un abatimiento moral superior a su valor estratégico. Y poco a poco, a través de una serie de derrotas parciales y de éxitos militares incompletos, llegará un día en que la resistencia de uno de los grupos beligerantes se declarará vencida. Con el exterior todavía imponente, con la fachada en apariencia robusta, el interior de uno de esos bloques de naciones se hundirá con estrépito. Sus enemigos, entonces, le impondrán la paz, sin haber obtenido batallas decisivas, sin necesidad de aniquilar ejércitos. Esta es la solución más probable de la guerra: una victoria sin campos de batalla. […] Después de haber procurado escudriñar el porvenir, no extrañemos, por tanto, si en lugar de confirmarlos, el tiempo viene a desmentir nuestros juicios. En e1 libro de los Proverbios se lee: “Es el Eterno quien dirige los pasos del hombre; porque ¿cómo podría el hombre comprender su destino?”. Y un poco más lejos: “No te jactes de conocer el porvenir, porque no sabes ni siquiera lo que sucederá mañana”.

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