Francisco Pi Y Margall 1899
29/09/2019

La verdadera patria (1899)

2 min
La verdadera patria (1899)

Tria de J. M. Casasús[...]

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La patria-nación cambia; pero la patria-región permanece. Ningún alsaciano duda de que su patria es Alsacia, ni ningún lorenés de que su patria es Lorena. La Lorena ha podido ser dividida entre dos naciones: para los loreneses es una e indivisible. ¿Qué significa esto? Que para los hombres todos la región es la verdadera patria. Portugal fue siglos española, siglos independiente. Bajo Felipe II volvió a ser parte de España, y bajo Felipe IV recobró su independencia. Hoy la mantiene. ¿Cambió para los portugueses la verdadera patria? No; sino la patria convencional que les dio Felipe II. […] No hay patria donde no hay unidad, y unidad no la hay sino en las regiones. ¿Tiene nuestra nación unidad de lengua? Hay en ella hasta seis dialectos, derivaciones del idioma latino, y allá en el Norte una lengua madre, distinta, no sólo de las demás del Reino, sino también de todas las del mundo. […] ¿Tiene España tampoco unidad de leyes? Diversas son las de Castilla, las de Vizcaya, las de Navarra, las de Aragón, las de Cataluña y las de las islas Baleares; […] Ni tiene España unidad histórica. Como que no fue una sino bajo el yugo de otros pueblos; y cuando trabajó por su independencia contra los árabes, se dividió en multitud de reinos, que durante siglos tuvieron vida propia, […] Esa unidad que no encontramos en la Nación, la hallamos en las regiones. Cataluña, por ejemplo, habla una misma lengua, se rige por unas mismas leyes, tiene su historia, sus costumbres y una fisonomía que la distingue del resto de España. […] ¿Obsta esto para que las regiones todas formen nación? Heterogéneas son todas las naciones de Europa: agregados son todos los pueblos un día independientes; agregados ya por matrimonios de príncipes, ya por la fuerza de las armas. Dados estos antecedentes, ¿qué aconseja toda racional política? Que la nación viva por un poder central que en nada menoscabe la libertad ni la personalidad de esas regiones; que el poder central se limite a regir los intereses interregionales y los internacionales, y renuncie para siempre a inmiscuirse en la vida interior de las regiones y los municipios; que se reorganice el Estado sobre la base en que descansan todas las naciones federales. Si esto hubiesen hecho en el siglo XV los Reyes Católicos, o en el siglo XVI Carlos I y Felipe II, ¡cuán otras habrían sido la marcha y la suerte de España! No habríamos ido como ahora, de tumbo en tumbo, al descrédito y a la ruina. No habríamos corrido en busca de fugaces y mentidas glorias, ni habríamos hecho de la nación una nación de aventureros; en el desarrollo de la agricultura y de la industria habríamos buscado y encontrado la prosperidad y la grandeza. Se impone que corrijamos los antiguos yerros e imprimamos a la nación otro rumbo.

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